¡Pi, pi, piiiii! Suena el silbato en la playa. Una pareja (marido y mujer) recorre la playa vendiendo aperitivos ligeros y refrescos.
- !Vamos, vamos, vamos...!
- ¡La cerveeeeeza...!
- ¡El agua frescaaaaa...!
- ¡Vamos, la cerveza...!
La ilusión de una playa tranquila rota por el desasosegante de los vendedores playeros que arrastran la carretilla entre las sombrillas. La carretilla hunde la rueda en la arena bajo el peso de un cubeto negro de basura apañado como nevera. Un capa descarnada de poliuretano recubre, como lepra amarilla, el cutre recipiente. No puedo evitar pensar en los avisos de los medios alertando de los peligros de consumir productos de espontáneos de la restauración: contaminación fecal, infecciones, suciedad... Me pregunto cuántas veces limpiarán su cubeto o renovarán el agua que refresca los sucesivos botes..
Al poco rato aparece otro vendedor solitario con infraestructura similar, pero reclamo más discreto. Este apenas grita y no usa silbato. Descubro poco después que todos los vendedores de esta zona son familia. Se saludan efusivamente y se presentan alternativamente a los mutuos conocidos. ¡Vaya, parece que tienen la franquicia del negocio!
Resignado vuelvo a sumergirme en la lectura de mi ebook. Filipo de Pela, "El macedonio", pelea contra el ejército Ilirio...¡Pi, pi, piiiii! !Vamos, vamos, vamos...! ¡La cerveeeeeza...!
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