sábado, 11 de agosto de 2018

Crónicas del verano: Esperando el ascensor


Los ascensores del hotel son increíblemente lentos. Pasamos muchos minutos esperando que realicen parsimoniosos sus recorridos arriba y abajo de los cinco pisos del hotel. Además están los sujetapuertas que esperan momentos larguísimos a que llegue la familia al completo... Muchas veces es preferible bajar las escaleras desde nuestro tercer piso: ¡llegamos muchísimo antes! También, a veces, subimos a pie, pero cuando venimos del comedor solemos esperar tranquilamente  arrmándonos de paciencia infinita mientras los chicquillos corretean alrededor del numeroso grupo de adultos plantados ante la puerta. 

Hoy estoy extrañamente solo esperando que baje el ascensor A mis 60 años y con gesto serio espero, en silencio, mientras observo el trajín de la gente alrededor.  Un niño de unos seis años se acerca corriendo y se pone a jugar pulsando los botones de llamada. Me mira un momento como si esperara un comentario reprobatorio, pero se queda esperando que la puerta se abra. En esto llega una mujer con pareo que se le acerca y, tras echar una mirada al hombre maduro de aspecto reservado que soy, coge de la mano al niño y se aleja con él mientra le dice: 

- Los pequeños como tu no puede viajar solos en el ascensor. ¿No ves que puede cogerte un hombre, por ejemplo en el tercer piso, y llevarte a cualquier sitio... (en ese instante juraría que me ha mirado con el rabillo del ojo)... y dejarte por ahí tirado... (piensa un momento lo que va a decir) ... en la playa? 

El hombre, de alguna manera, se siente aludido y con un tono ligeramente indignado replica: 

- O una señora...

La señora, sorprendida, se vuelve ligeramente. Cae en la cuenta y reconoce:

- O una señora, sí... 

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