sábado, 13 de mayo de 2023

¡Vas a saber tú más que los médicos!

Hace unos días, a raíz de una enfermedad del pequeño de la familia, se me ocurrió sugerir el origen de la misma en algo que nadie estaba considerando. Mientras que algún familiar cercano aseguraba que era una de las frecuentes infecciones infantiles y que la arrastraba desde hacía días, otra aseguraba que sería una infección contraída en aquel mismo fin de semana en el pueblo. Pero, ya en el hospital, las primeras exploraciones -nos dijeron- apuntaban a una infección de garganta (anginas) que, después, cambiaron por una infección bacteriana no especificada que estaban tratando de identificar mediante un cultivo. Más tarde informaron a la familia que la bacteria había pasado a la sangre y estaban a la espera de conocer de cuál se trataba para combatirla. Mientras tanto, suero y antibióticos. Por último el whatsapp de la familia informa de que se trataba de una "contaminación" en la piel de las manos. Se mantienen los antibióticos y el crío mejora, aunque los antibióticos le provocarán diarrea, según advierte uno de los familiares, médico. A día de hoy está ya como una rosa.

Yo, que tenía mis dudas, había propuesto que el origen era el contacto con un insecticida en el patio de la casa del pueblo, donde pasamos el fin de semana por ser las fiestas. Se había espolvoreado antihormigas en todo el perímetro, incluso alrededor del banco adosado a la pared al que frecuentemente se subía el niño (de tres años). Incluso llegué a advertirles de que era peligroso hacer eso en general con gente que pudiera tocarlo o inhalar el producto; pero más aún con un niño jugando por allí. No se dio más importancia al asunto hasta que, más tarde, el niño empezó a sentirse mal. Acabó en el hospital donde se fueron sucediendo los diagnósticos descritos.

Incluso llamé por teléfono a uno de los familiares que estaba muy al tanto y médico de profesión. Me aseguró sin lugar a dudas que se trataba de una bacteria. ¡Vas a saber tú más que los médicos! me amonestó mi mujer añadiendo una acusación implícita de "prepotencia" a la explícitamente declarada de "ignorancia". 

Me tragué mi orgullo y no insistí por el momento esperando que la evolución de la criatura resolviese la duda de mi presunta ineptitud. Como la "bacteria incógnita" no ha aparecido aún y el último diagnóstico se refiere a "contaminación" (que no "infección") en la mano, veo bastante claro que no me equivocaba, lo cual alivia un poco mi castigada autoestima y me reafirma en desconfiar de los diagnósticos médicos apresurados. Cuando hay una explicación lógica, debe considerarse en primer lugar y no descartarse a priori. La navaja de Okham ("La explicación más simple suele ser la más probable") explica mejor que las análiticas la situación planteada.

Ayer mismo he recibido un meme, en el whatsapp de mi teléfono, sobre un curioso método para hacerte una analítics de orina tú mismo con solo salir al patio a hacer pis. A cuento con lo que digo, aplica una serie de razonamientos de sentido común (o lógicos) a este acto cotidiano para explicar posibles enfermedades. Por lo evidente resulta gracioso; pero podemos extender la casuística y las explicaciones mucho más allá. Veamos la propuesta: 


Salga en ayunas a orinar al jardín:
  • Si se juntan la hormigas: diabetes.
  • Si se orina la punta de los pies: próstata.
  • Si con el frío el humito del orín tiene olor a parrilla: colesterol.
  • Si al sacudirselo le duele la muñeca, artritis.
  • Si al volver al dormitorio se le olvidó guardarselo: alzheimer.
Contemplemos más opciones: 
  • Si se te empina: niveles de testosterona sobrepasados.
  • Si se te encoge: hipotermia
  • Si no paras de mirártela: narcisismo severo.
  • Si no echas ni gota: deshidratación grave,
  • Si se desvía el chorro: fimosis
  • Si no aciertas a apuntar: trastorno visomotor.
  • Si la sacudes en exceso: onanismo.
  • Si te has meado en los pantalones: incontinencia.
  • Si no te la encuentras: castración.
  • Si la estudias a conciencia: vocación de urólogo.
  • Si eres chica y sientes envidia: complejo de castración del pene.
  • Si el chorro supera los tres metros de alcance: musculación abdominal sobresaliente.
  • Si juegas a acertar a un escarabajo con el chorro: infantilización de la personalidad.
  • Si el pis está caliente: fiebre alta.
  • Si hubieras preferido sentarte en la taza: cansancio, posible anemia.
  • Si tratas de aguantarte porque te duele: piedras en el riñón.
  • Si la orina sale roja, hemorragia interna...

No voy a aceptar que alguien me descalifique con aquello de "Vas a saber tú más que los médicos!"


martes, 2 de mayo de 2023

La anfidromia palomareña

Las antiguas civilizaciones griega y romana nos han legado numerosas costumbres aún vigentes hoy en día en la cultura occidental. Una de ellas es el culto a los recién nacidos. Para los griegos, por ejemplo, el nacimiento de un niño era considerado como un acontecimiento de suma importancia. Hoy en día, en algunos pueblos de España (ayer mismo tuve ocasión de presenciar un acto así) se celebra el ofrecimiento de los niños a la diosa local (en este caso la Virgen María). En el pueblo de Palomares del Campo (Cuenca) se denomina "La ofrenda"; en la antigua Grecia, "Anfidromia".





La anfidromia en la antigua Grecia


La anfidromia era una tradición griega en la que se realizaba una presentación de los bebés a los dioses familiares (dioses Lares, para los romanos)

El nacimiento de un niño era un acontecimiento muy importantes para los griegos. En cuanto se conocía el sexo del recién nacido se adornaba la fachada de la vivienda con una rama de olivo si era niño o una guirnalda de lana si era niña. El bebé no era mostrado a los parientes hasta el quinto día (otras fuentes dicen que el séptimo o décimo) cuando se lavaba ritualmente las manos a las comadronas que habían participado en el parto y este momento se celebraba con una gran fiesta.

La festividad se realizaba por la noche y consistía en dar vueltas a una hoguera (el hogar), teniendo el niño en los brazos, y presentándolo a los dioses lares. A continuación se le daba un nombre delante de todos los parientes (en la antigua Grecia solía darle el mismo nombre que el abuelo). A partir de ese momento el padre aceptaba oficialmente al bebé como hijo y ya no podía repudiarlo. Los familiares, por su parte, ofrecían pequeños regalos al recién nacido y la fiesta terminaba con un gran banquete (una auténtica excepción , dada la frugalidad habitual en las costumbres griegas). Curiosamente solía ofrecerse pulpo o sepia a la parturienta; se piensa que como símbolo de purificación.



La propia palabra "anfidromia" revela el contenido de esta celebración: Anfidromia (ἀμφιδρόμια) proviene de las palabras griegas amphi —alrededor— y dromos —espacio para correr—). Pero el Escoliasta sobre Aristófanes (Lisistr. 758) deriva su nombre del hecho de que los invitados caminaban o bailaban a su alrededor.

Entre los atenienses, las familias más ricas, celebraban además una ceremonia de nombramiento de sus hijos en el décimo día llamado dekate. Esta ceremonia, a diferencia de la Anfidromia, estaba abierta al público por invitación. No se fijaba un día particular para esta solemnidad; pero no era demasiado pronto después del nacimiento del niño, porque se creía que la mayoría de los niños morían antes del séptimo día, y por lo tanto, la solemnidad generalmente se posponía hasta después de ese período, para que pudiera haber al menos alguna probabilidad de que el niño sobreviviera.

Estas celebraciones más eran completada por las familias más pudientes con otra más formal donde se presentaba al resto de la comunidad. Incluía un banquete y un sacrificio y su fecha coincidía con las fiestas de las Apaturias, celebradas una vez al año entre octubre y noviembre con motivo de honrar a las diosas Atenea o Afrodita, aunque en algunos casos, también eran dedicadas a Zeus y a Dioniso. Era en el tercer día de estas festividades cuando se llevaba a cabo la presentación de todos los bebés de ese año. Esta ocasión, se aprovechaba también para registrar los nombres de los bebés ante la fratría, es decir, la agrupación social de la comunidad (lo que viene a ser el censo, como es llamado hoy en día).




La fiesta de La Ofrenda en Palomares del Campo

Este ritual, de cuyo origen no tengo noticia, se celebra en Palomares del campo durante las fiestas en honor a la Virgen de la Cabeza en el último fin de semana del mes de abril. La devoción a esta virgen se documenta en al menos 150 lugares de nuestra geografía nacional.

Palomares del Campo es un pequeño municipio situado en la Manchuela Alta conquense de 560 habitantes (según el INE 2022). La localidad posee un rico patrimonio religioso en el que destaca la iglesia parroquial Ntra. Sra. de la Asunción y la ermita de Ntra. Sra. De la Cabeza, ambas del siglo XVI.

La devoción a la Virgen de la Cabeza en Palomares del Campo seguramente llegó a través de la trashumancia, pero, teniendo en cuenta la tradición popular su origen está en la aparición de la imagen de la Virgen (de la que solo destacaba la cabeza) encima de una zarza que había en una cueva dentro del casco urbano de la localidad junto a la ermita actual.

El licenciado Bartolomé López (clérigo, natural y vecino de Palomares), dejó escrito que en la segunda mitad del siglo XVI ya existía una ermita bajo la advocación de la Cabeza en Palomares y a partir de la Bula de Paulo V dada el 5 de abril de 1614, se fusionaron las cofradías de la Virgen de la Cabeza y el Sto. Cristo de la Paz. Estos datos permiten asegurar que la devoción a esta virgen es centenaria. Hoy día sigue manteniéndose como algo indispensable en la vida del pueblo. Las fiestas, de gran fervor religioso, se celebran el último domingo de abril y están llenas de tradiciones seculares.
Comienzan el sábado por la tarde con el sonido de dulzainas y castañuelas anunciando que la fiesta ha llegado. El domingo la Virgen sale en procesión acompañada de antiguas danzas ofrecidas por los danzantes, las gitanillas y los tunos que realizan distintas paradas a lo largo del recorrido.

 
PROCESIÓN DE LA VIRGEN. Año 2003.

El lunes por la mañana tiene lugar el significativo y peculiar acto de Ofrecimiento a la Virgen de todos los niños del pueblo solicitando su protección. Se lleva a cabo en el interior de la ermita sin parar de bailar y siempre de cara a la Sagrada Imagen por lo que la mitad de cada ronda se realiza de espaldas.


MAYOS en el año 2006

El turista ante esta especie de anfidromia palomareña


A los foráneos de paso por el pueblo nos resultan sorprendentes estas tradiciones locales. El galopeo, entrañable y animado, puede parecer algo tumultuoso con apretones y empujones ocasionales, sobre todo si se aglomera gran cantidad de gente. Lo habitual es que mayormente sean mujeres la mayoría de participantes; aunque todos son admitidos. Sobre la marcha se improvisan sencillas coreografías a base de corros y serpenteos.
Los danzantes y las gitanillas, perfectamente serios en la ejecución de sus bailes, se esfuerzan durante semanas por las tardes en los ensayos bajo la tutela de veteranos. Las danzas, se realizan de manera impecable cada año y es un orgullo participar en ellas.
Los tunos, con pasos más desenfadados y recitaciones relacionadas con la vida estudiantil de siglos pasados nos recuerdan aquellos pupilos del Dómine Cabra que Francisco de Quevedo nos relata en su célebre novela picaresca "La vida del Buscón" no en valde Quevedo fue estudiante en las Universidades de Alcalá y Valladolid y, por tanto, debía conocer bien la vida de aquellos estudiantes que como algunos de los jóvenes de Palomares tenían que "buscarse la vida" en centros de estudio como Uclés o Cuenca. Van vestidos con un blusón negro, como si de una levita se tratara, que les identifica: sus nombres son ‘Gazuza’, ‘Talego’, ‘Refitolero’, ‘Doctor Miserias’, ‘Hambreaguda’, ‘Cizaña’, ‘Chupacuevas’ y ‘Hambrecanina’, dirigidos por ‘El Rector’ y con ‘El sonajero’ para llevar el ritmo de su danza. Sus diálogos nos asoman a la vida estudiantil del Siglo de Oro español, mezclándose los textos y comentarios sobre el trato que reciben en el colegio con una danza que dirige con maestría ‘El Rector’.


Y rodeandolos a todos, la gente. Esta se reparte formando corrillos en cada encuentro con los viejos conocidos que se reúnen aquí cada año por las fiestas. En seguida, al aproximarse el sonido de la dulzaina y el tamboril, o ante el estrépito de la orquesta, se arremolinan agrupandose al paso de los danzantes o de la Virgen en procesión. Las calles están tomadas, en los aledaños de los bares muy concurridos en estas fechas, por numerosas mesas que casi bloquean el paso. La gente, generosa, pugna por pagar ronda tras ronda, sin importarle que las cervezas se achiquen en botellines de 20 cl, o que las tapas, en otros tiempos suculentas, se despachen a base de mínimos platillos de maíz frito y cacahuetes. Para mi sorpresa el blanco "verdejo" de mi tierra que suelo pedir, me lo sirven "dulce", algo que nunca había probado (y que nunca volveré a probar).


Y, entre toda la gente, los niños. Los niños son casi los reyes del pueblo. Cada niño (o niña, por supuesto) es celebrado, admirado, adorado incluso. Se le dedica las mejores sonrisas, se le besa y achucha sin compasión. Se le adula, halaga y lisonjea cual pequeño dios en la tierra. No les faltará afecto, no. No echarán en falta el cariño, tampoco; si acaso, un poco de tranquilidad. Serán acariciados, besuqueados, examinados a conciencia. No resultará extraño que, al igual que los antiguos griegos, que tenían en alta estima a sus retoños, acaben ofrecidos a la divinidad local para que les proteja bajo su manto. Esta celebración es la denominada "Ofrenda".


La primera vez que presencié esta peculiar anfidromia palomareña quedé aturdido. La orquesta tocaba en un rincón de la pequeña ermita atronando en el reducido espacio (no soporto los ruidos fuertes, he de explicarlo). Pero, además, la ronda de espaldas en medio de la aglomeración me pareció extremadamente peligrosa; sobre todo para aquellas madres que llevaban en sus brazos a bebés muy pequeños. Metiendome en la piel de aquellas criaturas me los imaginaba aterrorizados por aquella marea humana donde la gente bailaba como posesa entre música estruendosa. Sorprendentemente apenas vi niños llorando. Estaban tan sorprendidos que se dejaban llevar asombrados por el extraño comportamiento de sus madres que, por otro lado, sonreían y bailaban felices lo que probablemente les tranquilizaba. Se inoculaba así la primera vacuna para los galopeos futuros: ya no habría ni vergüenza, ni sustos ante estos corridos populares.


Estoy seguro de que ningún niño se ha librado de semejante ritual (posiblemente hayan sido protagonistas varias veces en años sucesivos). Ningún niño será aceptado como palomareño si no ha sido presentado en esta ofrenda a la diosa, en esta anfidromia local.
Todos mis sobrinos, desde luego, fueron protagonistas. Es un factor de integración importante; aunque luego, a la ermita, no hayan vuelto para visitar a sus dioses Lares. No sé si en Grecia pasaba igual. Posiblemente también. Nada hay nuevo bajo el sol.



LA ANFIDROMIA PALOMAREÑA. 2023.