miércoles, 31 de mayo de 2017

Maestro bueno



Un día oí a un gitanillo en el patio de recreo, uno de esos que se agrupan en torno al soporte de la canasta de baloncesto y se pasan el recreo cantando por soleares, decir cuando yo me acercaba: "¡Que viene el maestro bueno!". Y en ese momento se me encendieron todas las alarmas... Porque yo quiero ser (como decía Machado) "Bueno en el buen sentido de la palabra bueno" que no "buenazo", "pusilánime" o "compadre"; y no quisiera que se confundiera bondad con permisividad.

Sé que, a veces, la gente interpreta paciencia y tolerancia por debilidad y falta de carácter. Sé que algunos consideran el silencio frente a una provocación como una aceptación del agravio: se equivocan, es justo lo contrario, la más clamorosa forma de protesta y la forma más refinada del desprecio. El silencio como repuesta al que ofende se convierte en  una bofetada estruendosa.  "Por la boca muere el pez", que se dice por estas tierras. Otra cosa es que persista (aparentando no enterarse) en su voluntad de molestar y de herir... entonces hablaríamos de "defensa propia" Recuerdo la película "Perros de paja"; cuando alguien rompe la baraja de las reglas civilizadas se aplica la ley de la jungla. La adrenalina existe por algo. No hay que despertar al monstruo que llevamos dentro.

Soy famoso por mi paciencia, pero ya escribí un día sobre sus límites. Tampoco resulta fácil ser paciente; santos hay que se dejaron las uñas rascando los bajos de su escritorio para sujetar el impulso de saltar sobre el impertinente o provocador de turno en cada recepción.  Esto debo aclararlo, pues tener paciencia es una rara cualidad y puede ser mal interpretada.

La paciencia, al fin y al cabo, es ni más ni menos que "autocontrol". Diferir un tanto las respuestas: dar tiempo a una rectificación, a un cambio de paradigma optimizado. Uno no puede vislumbrar otros paradigmas si se obceca con la impulsividad, si levanta el muro de la inmediatez. Pero, si se comprueba que el paradigma no cambiará obraremos con diligencia (que no con "descontrol").

Así que hay que ser bueno, pero hasta cierto punto. Recuerdo la frase con que definió una niña rumana a su maestra de Educación Compensatoria: "Eres buena pero mala". Le salió una magnífica figura poética, una interesante paradoja que, para una niña rumana de ocho años, es ya toda una lección de sofisticada sintaxis. 

miércoles, 3 de mayo de 2017

Escritor de guardia.

Hace semanas que no escribo. Ni leo en libro alguno. La cosa es grave.

Por obligaciones familiares, por urgencias laborales, por pereza... siempre hay un motivo (en absoluto justificado) para no posar las manos sobre el teclado. Empiezo a preocuparme...

Así que hoy, en este momento, asumo de nuevo mi voluntaria función de escritor de guardia y escribo.

Sobre lo que sea, para quién sea,  por lo que sea: escribo.

Escribí y resucité a la vida perdida. Escribía y sobrevivía mientras tanto. ¡Y escribiré, para mantenerme vivo!
Porque escribir se me hace necesario. Mis escritos son el medicamento de las enfermedades del alma. Si no escribiera no sabría atajar mis neurosis.  Escribiendo construyo un cortafuegos a la locura. Cuando escribo rezo la oración del ateo. Que escriba, me susurran los proscritos, los sin voz... Todas las flexiones del verbo escribir se conjuran y se hacen necesarias.

Y así, en mi puesto de guardia, hoy: escribo.