lunes, 6 de noviembre de 2017

Los catalanes y yo



Quiera o no quiera tengo que hablar de los catalanes. Pese a la hartura mediática de los últimos años y  la presión informativa insoportable de los meses pasados, aunque la acumulación de noticias se haga ya estomagante en estos últimos días  he de hablar de Cataluña. Quizá mejor ahora, en este preciso momento en que parece que las turbulentas aguas del independentismo se han calmado un poco.

Yo nací en pleno franquismo, en el año 57, el año del 600. Estudié en mi infancia en clases presididas por el retrato del dictador Francisco Franco, canté incluso el "Cara al Sol" (cuya melodía y letra me emocionaban, pese a ser objeto hoy día de burla),. aprendí la historia oficial y asimilé los valores tradicionales de la época: esfuerzo personal y colectivo, respeto, estoicismo, patriotismo... (me detengo un momento, creo que he mentado "la bicha"); patriotismo he dicho, sí. Estábamos orgullosos de ser españoles, admirábamos a nuestros líderes, estudiábamos con interés nuestra historia... Sí, éramos buenos patriotas.

Con el paso de los años nos volvimos más críticos: Crecimos. Leímos. Viajamos. Escuchamos otras voces. Al llegar a la mili en el Campamento Álvarez de Sotomayor en Almería nos mezclamos 6000 jóvenes de todas las regiones españolas. Viví un año y medio en el corazón de Andalucía cuando el acento gallego (tras escucharlo dos años en Tuy) aún sonaba reciente en mis oídos. En esa edad había conocido ya casi la tercera parte de las capitales españolas. Allí descubrí, sorprendido un grupo de reclutas catalanes. De alguna manera parecían o se sentían diferentes. A veces, hablaban un idioma extraño y otras, por consideración al resto, hablaban en español. En la intimidad de su colectivo solían charlar en catalán y mostraban cierta desconfianza cuando nos acercábamos. Establecían cierta barrera física (se retiraban a conversar a lugares apartados) y a su alrededor se percibía un escudo invisible (de desconfianza, de prepotencia...). Parecían más cosmopolitas, más enterados de la cosa política, más al tanto de la opinión extranjera... Por lo demás, con el paso de los meses, todos nos integramos en franca camaradería. Encontramos el espacio común de coincidencias de todo recluta que se precie: nuestro aborrecimiento  por la  mili, nuestra antipatía por los mandos, las quejas por la dureza del servicio, la fatiga de las guardias, la alegría de los permisos, la nostalgia de la familia, el recuerdo de nuestras ciudades y pueblos, los amores lejanos... Acabado el servicio militar  intercambiamos direcciones y nos prometimos visitas imposibles. Eran buenos chicos, algo raros, eso sí, pero excelentes chavales (pensamos unos de otros cuando nos despedimos).

Meses antes había realizado un viaje de una semana a Barcelona invitado por una prima que vivía allí. Tendría unos 20 años y quería comerme el mundo; el primer bocado: Barcelona. Cando bajé del autobús llamé a mi prima Sole. El plan consistía en contactar con ella para que me indicara cómo llegar a casa de mi prima Esperanza que no podía venir a recibirme. Sole era maestra y la más viajada entre mis primas. Mientras venía a mi encuentro me entretuve contemplando el ambiente de la ciudad: industriosa, inquieta, cuidada, bella... Mi prima llegó e inmediatamente me interpeló. En dos minutos me dejó claro que debía espabilar, que tenía que valerme solo en medio de aquella ciudad: "No puedo estar acompañándote todo el tiempo, tienes que aprender a moverte, a coger el metro, los autobuses..." Yo escuchaba atónito sin entender muy bien el porqué de aquel discurso ¡Si me encantaba moverme solo! ¡Si prefería ir por mi cuenta!... Mi prima siguió su perorata sobre mi necesidad de autonomía y, ya a punto de irse, la hice una pregunta al vuelo:
- Ya, muy bien, Sole; me espabilo y voy solo... pero ¿me dices la dirección de mi prima Esperanza, que no la tengo?

"Los catalanes de las piedras sacan panes" El piropo procede precisamente del resto de las regiones españolas. Y yo me hago partícipe de su moraleja. Siempre he visto a los catalanes industriosos, cosmopolitas,  listos para los negocios y el arte... siempre he envidiado su plurilingüismo (todos dominan el español, la mayoría el catalán, muchos el francés y en los últimos tiempos se interesan por el inglés). He sentido celos de su francofonía, pelusa de su clima, codicia de su mar... Pero al mismo tiempo los veo vanidosos, jactanciosos, estetas, crédulos, prepotentes...  Algo de eso debía habérse pegado a mi  prima Sole cuando me hablaba así, suponiendo que yo no era capaz de buscarme la vida: se olvidó de que no tenía siquiera "piedras" para los panes. Siempre he pensado que los catalanes miran por encima del hombro a los castellanos (sinécdoque muy catalana que usan frecuentemente para designar al resto de españoles) y que les achacan su falta de iniciativa. Ya me figuro yo un catalán con su aire prepotente tratando de arrebatar al duro y seco terruño de castilla "los panes" que tan fácilmente parecen darse en su región: la Tierra de Campos no es el delta del Ebro, ni el clima continental está suavizado por la brisa mediterránea, ni disponemos de puertos, pasos fronterizos, y rutas de mercancías... ni fábricas estratégicamente situadas (por motivos logísticos, profesionales o incluso políticos ). He encontrado muchas veces esa actitud, tan catalana,  de dar consejos (de pensar que "esto lo arreglaba yo") a los pobrecitos castellanos. Me recuerdan "las lecciones" de Víctor (Iñaki Miramón) al "pobre" señor Cayo (Fernando Rabal) en la entrañable obra de Miguel Delibes "El disputado voto del Señor Cayo":

—Esto parece pobre, es cierto, pero tal vez en régimen de cooperativa podría funcionar. El señor Cayo, instalado en su parcela, apoyado en el mango de la azada, replicó: —Ya hubo de eso, no crea. —¿Cooperativas? —Eso, sí señor. Más de trescientas ovejas llegaron a juntar Misael y los otros el año sesenta y cuatro. Pero ¿me quiere usted decir qué hacían con ellas si ninguno quería ser pastor?
Víctor parecía reflexionar: —En realidad, no pensaba en eso ahora —dijo—, me refería a los frutales. En pocos años, el campo ha experimentado una verdadera revolución en Lérida. Y ¿sabe usted con qué? Con los frutales enanos y una comercialización eficiente, así de fácil. Sonrió socarronamente el señor Cayo: —¿Hiela en mayo en el pueblo ese que usted dice?" 
Cataluña, sobre todo en los núcleos urbanos, posee un dinamismo social, artístico y económico innegable. Muchos charnegos emigraron allí atraídos por las oportunidades de esta región. Muchos se integraron en la sociedad catalana. Muchas veces los independentistas más estrictos tienen padres nacidos en otras regiones, incluso visitan de vez en cuando la tierra de sus ancestros. El encuentro con el "atraso" y menor prosperidad de esas regiones despobladas de nuestra España debería hacerles reflexionar sobre dónde han podido ir a parar los dineros que "España les roba". A buen seguro que muchos estarán en algún banco andorrano en cuenta con titular de apellido catalán.  Algunas de estas familias las conozco. Son personas de mundo, bien integradas en cualquier ciudad que visitan. Saben moverse, son emprendedoras. Sienten admiración reverencial por los valores de las naciones que visitan; sin embargo, en lo referido a España, son hipercríticos (en eso coinciden también con muchos otros españoles que reniegan de su historia, desprecian incluso los logros objetivos de su pasado imperial y se creen a  pies juntillas la leyenda negra -otro eficacísimo programa  propagandístico antiespañol- exagerada y muchas veces inventada  por los europeos enemigos del antiguo Imperio). Acude a mi memoria la anécdota ocurrida durante la celebración de las fiestas locales de un municipio suizo a la que acudimos invitados por una familiar. Entre cervezas,  sopas tradicionales y otras especialidades gastronómicas repartieron unas cuartillas en francés con el himno local que iba a ser cantado en el trascurso de la velada. Me alegré de poder entender aquellas letrillas. Las traduje como pude y comenté divertido a mi anfitriona lo ampulosas que me parecían (todos los himnos suelen serlo). Aquel familiar me miró con seriedad y me reconvino severa: "Es su himno y hay que respetarlo". Yo me quedé perplejo y agachando las orejas escuché muy respetuosamente la entusiasta interpretación popular. Lo traigo a colación porque en los años que siguieron tuve la ocasión de comprobar como aquella persona, catalana, tan respetuosa con los símbolos de aquella localidad suiza en que vivía no criticaba (sino que alentaba) los silbidos al himno español en los estadios catalanes o las pitadas al Rey o las fuerzas armadas en los desfiles. Entonces lo llamaba "libertad de expresión".  

Con la cantinela del "Procés" he dedicado muchas horas a estudiar "el problema catalán". He revisado artículos donde se analiza la argumentación nacionalista. He estudiado un poco los sucesos históricos en que se basa. He leído sobre historia y su manipulación en las dos partes enfrentadas (España y Cataluña). Concluyo que, quizás, en Cataluña últimamente se ha escrito una historia a medida del nacionalismo (Ojo, en España también; pero las fuentes históricas y las voces críticas moderan mucho mejor que en Cataluña las versiones oficiales). Uno de los pensadores que más me ha sorprendido ha sido Miguel de Unamuno. Confieso haber recopilado más de una docena de escritos donde el autor analiza la relación entre Cataluña y España. Uno de los documentos es un poema que escribió en los días de su estancia en Barcelona en octubre de 1906 tras haber asistido a un multitudinario acto de protesta en la Plaza de Toros de Las Arenas. Se trata de L'Aplec de la Protesta. Me pareció un poema tan clarividente que decidí editar un vídeo con el poema combinándolo con imágenes de las manifestaciones independentistas de estos últimos años. La música de "Els Segadors" en su versión coral oficial y la exitosa versión heavy del grupo americano A Sound of Thunder, cuyo vocalista es de origen catalán. Durante la recogida de materiales, ante el buscador de imágenes de Google asistía fascinado a la increíble semejanza de colores (rojos y amarillos en franjas más o menos grandes) y emociones (manifas, caras de alegría, éxtasis, tristeza...). Tal es así que muchas veces equivocaba las imágenes insertadas al colarse banderas "opuestas" a las pretendidas . Desde luego el material mediático (propagandístico o no) es ingente. El gobierno de la Generalitat ha demostrado un "inteligencia mediática" sobresaliente. Incluso yo mismo acabé sintiendo pena (lo reflejo en la imagen llorosa de una independentista al final del vídeo) ante el fracaso (en términos generales) de estas iniciativas tan bien programadas y tan bellamente ejecutadas. ¡Como no han de llegar a inundar los corazones sensibles estos actos! ¡Cómo no van a sorprender a los ciudadanos extranjeros! ¡Cómo no atraerán la rebeldía adolescente y contestataria de los jóvenes! Mi sobrina comparte en su facebook invitaciones a manifestaciones independentistas, inserta párrafos enteros juzgando la transición (que nunca vivió) con autoridad de catedrático. Oro de mis sobrinos (estudiante de ciencias políticas desde que prendió en él su fascinación por Podemos) establece discusiones interminables e inamovibles sobre la "legitimidad de la independencia" como autoridad superior al derecho frente a la "legalidad española". Cualquiera intenta convencerle de que la "legalidad" es algo -al menos- consensuado; mientras que la legitimidad es una opinión no siempre compartida (los nacionalistas españoles consideran completamente "legítimo" que Cataluña pertenece a  España). Le tengo que recordar que, en el fondo, lo que le mueve es la estética de las manifas, la "marcha" de las cargas policiales y el "hipócrita escándallizarse" de muchos de los manifestantes aporreados.


Fui maestro en situación provisional por másde 10 años. La causa de mi provisionalidad en el cuerpo  fue la imposibilidad de acceder a una plaza definitiva ante el aluvión de maestros "emigrados" desde las autonomías catalana y vasca a partir de los 80. La presión nacionalista hizo que todas las plazas que se creaban en Madrid pasaran a ser ocupadas por maestros que llevaban allí varios años, pero que volvían ante el cariz que tomaban los acontecimientos.


No perdono a los nacionalistas catalanes el abandono en que dejan a los que luchamos contra este gobierno lastrado de corrupción. Los españoles (todos) estamos en alguna medida oprimidos No creo en su falsa inocencia: no se trata de derrocar monarcas, luchas antifascistas, lucha contra el opresor... si así fuera no nos dejarían solos frente al gobierno. Ni solidaridad económica, ni política (las catalanes han sido los más pactistas con la España que critican). En realidad en Cataluña también están favoreciendo sus propios opresores independentistas. No debería creer todo lo que les dicen tus líderes. No son inocentes. Tienen un relato interesado. No es la independencia. No, no es eso: "Es la economía, estúpido". Y cuando las empresas empezaron a emigrar, se desinfló su relato.






6 comentarios:

  1. Bravo, Jesús!!
    Mis compañeros de Zaragoza también huían de "aprender catalan", aunque traían muchas ideas nuevas desde allí.
    Ahora, tengo familia en esas tierras y me duele no poder tratar el tema. Ellos si que han aprendido catalán.
    Abrazos.

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  2. Por cierto, Pilar. No sé si sabes que me jubilé. Ya pasaré un día por el Nebrija y charlamos.

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    1. Enhorabuena, entonces, Jesús!!
      No lo sabía. Sería el día del Pilar, me parece, tu cumpleaños.
      Cuando quieras, te pasas. Por aquí seguimos.
      Disfrútalo todo lo que puedas y por muchos años!!
      Un fuerte abrazo.

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  3. Gracias por tus deseos. Lo del disfrute todavía no es posible. Tenemos a mi suegra hospitalizada desde entonces y estamos a turnos cuidándola.

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  4. Pero luego me desquitaré, incluso haciendo un viaje a Cataluña que a mi me gusta el riesgo...

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