lunes, 27 de noviembre de 2017

Los últimos testigos

No quedaba mucho para que, el 3 de enero de 2018, se cumplieran 74 años del accidente de ferrocarril más dramático de la historia de España y el tercero más mortífero del mundo (siendo que hasta 1972 ocupó el triste honor el en libro Guinnes de ser el primero). 

A los 24 años de edad, cumpliendo el servicio militar, el joven José Fernández González (Pepe, para los amigos) era  uno de los viajeros que ocupaban los 5 vagones de tercera repletos que hacía el viaje Palencia - La Coruña viajando en el el Correo-expreso 421.  Aquel expreso chocó con un tren minero en maniobras dentro de un túnel de trágica memoria en la estación llamada Torre del Bierzo, en León. Probablemente fuera uno de los últimos supervivientes (si no ya el último de ellos) que quedaban de aquel accidente que fue silenciado  interesadamente por el gobierno y la prensa franquista de la postguerra, pues no le interesaba mostrar la imagen de una España exhausta y pobre, operando con material ferroviario gastado y obsoleto, sufriendo un accidente ferroviario que mantendría durante muchos años el triste record de contar con más  muertos del mundo. 

Pepe logró salir entre aquellos vagones en llamas y escapar de ese túnel mortal donde muchos otros perecieron por el choque o las llamas. 

Yo, que lo conocí como amigo de la familia, tardé en enterarme de que era uno de los afortunados viajeros supervivientes en un accidente del que ni siquiera había oído hablar. Me contaron que viajaba en uno de los cinco vagones de tercera (los más cercanos a la entrada del túnel) y que, quizás por ello, pudo escapar de aquella desgracia. Aún conservaba el billete de aquel día.   

El relato de la tragedia pone los pelos de punta. Aquel tren Correo pasó a toda velocidad y sin frenos por la estación de Albares ante el estupor del jefe de la estación. El jefe de la estación, corrió a telefonear al jefe de Torre del Bierzo a 5 minutos en tren de su puesto. Aquel salió de su despacho haciendo gestos con las manos y gritando a los operarios que pusiesen traviesas en la vía con la intención de detenerlo, pero el tren llegaba ya desbocado en su descenso hacia el ya desaparecido túnel número 20 que se encontraba poco después de la estación. Era uno de los muchos que se encontraban en el difícil trazado que discurría por la ladera de la montaña y en cuyo interior se encontraba otra locomotora con tres vagones cuyo maqunista (alertado por los gritos del jefe de estación) intentaba alejar a toda velocidad para evitar el impacto. El Correo embistió a la locomotora en el interior del túnel. El choque fue tremendo. Seis de los vagones descarrilaron y formaron en el interior de aquel agujero negro sin ventilación un amasijo de hierros y maderas que pronto comenzó a arder. Las escenas tuvieron que ser dantescas. Cientos de pasajeros atrapados en el interior del túnel sin poder huir y otros tantos vecinos sin posibilidades de acceder para rescatarlos. A este cúmulo de desdichas se sumó la de otro tren con 27 vagones cargados de carbón que se dirigía, sin tener noticias de la tragedia, al interior del túnel por el lado contrario. Los cables que movían la señal de «aviso de parada» habían quedado inutilizados por el accidente y los maquinistas del mercancías, sin percatarse, continuaron sin detenerse. Cuando se se dieron cuenta de que algo ocurría en el interior del túnel, sus más de 600 toneladas de carbón les impidieron detener la locomotora de inmediato. El segundo impacto fue también brutal.
De los 12 coches que componían el Correo 421, cinco quedaron dentro del túnel y fueron devorados por el fuego. Fue allí donde se produjo la mayoría de las muertes. Tratando de sofocar las llamas se rompieron las tuberías de los depósitos de agua que se encontraban encima del túnel, pero no fue suficiente y el fuego continuó tres días más. El desfile de heridos y la recogida de restos humanos de entre los vagones calcinados duraron más de una semana, y la identificación de la mayoría de los cadáveres fue prácticamente imposible debido a la calcinación de los cuerpos, los documentos y las prendas de las víctimas.
«Existen datos suficientes para pensar que se produjeron entre 500 y 800 muertes» Los periódicos de la posguerra, que no volvieron a publicar nada después de aquellas primeras informaciones, redujeron el número de muertos a unos 50, mientras que los datos oficiales publicados por Renfe elevaron después la cifra hasta los 78. El juzgado de Ponferrada contó 58 cadáveres, mientras que en la sentencia del juicio al maquinista se establecieron 83 muertos y 64 heridos. El personal ferroviario y los propios habitantes de Torre del Bierzo, que participaron en el rescate, hablaban de al menos 350 las personas que perdieron la vida en el funesto túnel. En 1999, en el 55 aniversario de la tragedia, el secretario provincial del sindicato ferroviario de UGT, José Manuel Vidal, aseguraba a EFE que existían datos suficientes «para pensar que se produjeron entre 500 y 800 muertes». Un número que también aparece, entre interrogantes, en el Libro Guinness de los Récords, encuadrado entre las mayores tragedias ferroviarias de la historia universal. 

El 11 de noviembre de 2017 a los 96 años, Pepe, no pudo sobrevivir de nuevo al largo tren de su vida, muy cargado ya de vejez y enfermedad. Se fue y con él, una gran vida personal y un trozo de nuestra historia nacional que muy pocos (acaso ninguno) pueden contar ya en primera persona. Buen viaje a la otra vida, Pepe.


Pepe, junto a mi padre y mi tío Felicísimo (que bebe un botellín)

(Al fondo) Mi padre, Pepe, Fermina y mi madre en la romería de Rabanillo. 

Fermina y Pepe, arriba a la izquierda,
  en la foto conjunta con mis padres y familia en sus Bodas de Diamante. 

VIDEOS SOBRE AQUEL SUCESO.

2 comentarios:

  1. Horrible tragedia que hoy traes al presente para compartirla con quienes como yo no la conocía....un gusto leerte...saludos

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  2. Yo tampoco la conocía hasta que me habló de ella mi madre. José Fernández,"Pepe", era conocido por mis padres y un día me dijo que era de los pocos supervivientes de aquel accidente y que aún conservaba el billete de aquel viaje. Decidí investigar un poco y plasmar en un artículo esta circunstancia de su vida que fue silenciada por el régimen de la época. Ya no son muchos los que se acuerdan de aquella tragedia, ya van muriendo los últimos testigos... Grabemos en la crónica digital aquellos hechos que existieron y fueron silenciados.

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