martes, 21 de noviembre de 2017

Diario del peregrino del Camino de Uclés. 1ª etapa (1ª parte). Madrid - Villaverde Bajo

DIARIO DEL PEREGRINO DEL CAMINO SANTIAGUISTA DE UCLÉS

1ª etapa (1ª parte). Madrid - Villaverde Bajo.
Lunes, 13 de noviembre de 2017



Decido aprovechar la visita a unos familiares para, por la tarde, iniciar el Camino de Uclés este lunes. Casi, casi, me he escapado de la custodia de mi suegra enferma para poder ir a Madrid desde Guadalajara, en cuyo hospital está convaleciente. Aprovecharé la recogida necesaria de unos audífonos olvidados por mi padre en casa de una tía mía, para visitar a otra prima cercana y (matando varios pájaros de un tiro) realizar la parte de recorrido urbano del Camino de Uclés: desde la Iglesia de Santiago hasta el Parque Lineal del Manzanares a la altura de Villaverde Bajo que dispone de cercanías para luego poder volver a casa. El resto se hará cuando se pueda.

En la hora y cuarto que el tren tardará en llegar a Nuevos Ministerios doy cuenta de un bocadillo de tortilla (estoy intentando acabar con los restos de comida de unos días desquiciados por los turnos en el hospital). Además llevo un tupper de comidas preparadas que reutilizo para guardar un arroz 10 delicias de mi invención que me salió riquísimo. Este último hará el camino de idea y vuelta en mi pequeña mochila, pues no tuve tiempo siquiera de abrirlo.

Al final me entretengo más de lo debido en casa de mi tía Antoñita: es imposible sustraerse a la amabilidad de mis primas y a su empeño en que tomara un café tras otro. Llegó un momento en que, bruscamente, me levanto y digo: "¡Me voy". Pudo parecer algo grosero, lo sé; pero si no aprovechaba ese impulso no podría empezar hoy a ruta. Me dirigí, en metro, hasta Plaza de España y desde allí, caminando, hacia el Palacio Real. En la fachada de uno de los edificios distingo el relieve de una cruz de Santiago, imagen premonitoria, de mi próximo afán *1. Accedo  a los Jardines de Sabatini frente a la fachada del Palacio Real e intuitivamente me dirijo a un acalle que parece orientarse hacia Ópera. Efectivamente llego a esa plaza que trae a mis recuerdos una película de Trueba que tanto me sorprendió hace años. Desde Ópera no logro adivinar hacia donde cae la Iglesia de Santiago así que abro Google Maps en el móvil y, a modo de callejero, lo uso para llegar hasta la Plazuela de Santiago*2. Desde allí me sorprende lo fácil que hubiera sido acceder desde los jardines del palacio directamente por la calle de Santiago. Son varias las calles y  plazas aledañas con el nombre de Santiago. Frente a la fachada de la Iglesia la "Gastroteca de Santiago" (local que hace unos años se llamaba "La Paradita de Santiago" ha pasado de un nombre entrañable a otro ampuloso y frío). Aquí recogí "La Uclesiana" hace tres años tras haber realizado este camino en bici con dos de mis sobrinos.

Son las 5 de la tarde. La Iglesia está cerrada, solo abren de 10-2 y de 6-8 la mayor parte del año. Tampoco en esta ocasión habrá sello en la credencia de esta parroquia. El resto de bares cercanos está cerrado posiblemente por ser el lunes el día de descanso del personal. Recorro la calle de Santiago hasta el final y encuentro el bar "La Esquinita" *3 donde entro a tomar un café y pedirles que me sellen la credencial, cosa que hacen sin problemas. Después me entretengo en fotografiar detalles de los alrededores *4.Se han hecho las 5:25 y aún no he empezado el camino. Luce el tibio sol del atardecer. La hora invita al paseo y voy bajando alegremente hacia los jardines hasta el pié de La Almudena. Me hago una autofoto bajo el muro donde está el  nicho en el mismo lugar en que se encontró la venerada imagen*5.

No hay señales en Madrid,  posiblemente el ayuntamiento lo prohiba expresamente aunque apuesto que Manuel Rossi lo habrá gestionado con perseverancia. Tengo cargado en mi programa topográfico el track de trayecto y lo consulto brevemente para dirigirme con precisión al Puente de Segovia donde empieza el largo y apacible tramo de Madrid Río en lo que también es llamado Paseo de la Ermita del Santo. Me incorporo a esta moderna avenida y la recorro rodeado de corredores, ciclistas, patinadores y paseantes de todas las edades. Camino pisando cada 50 m. unas placas circulares a modo de medallones*8 que han sido colocadas en el suelo y marcan la distancia del recorrido. Al poco de empezar reconozco el lugar donde, tres años antes, dejé olvidado mi gps garmin. De nada sirvió que volviera resoplando a toda prisa diez mintuos después: ya no estaba allí. Tampoco sirvieron de nada los datos grabados en la pantalla de inicio con mi nombre y mi número de teléfono: En este mundo ya no hay caridad...

Madrid Río es hoy día un paraíso para el paseo. El río, en otro tiempo maloliente y descuidado, luce bello y aseado como el Sena que conocemos por las películas. Van apareciendo fuentes, estanques, jardines acuáticos... *6 En la rivera se suceden zonas arboladas y lugares de descanso: el palacio de los pinos, un parque de troncos..*7. Numerosas señales avisan de la necesidad de que ciclistas y patinadores respeten a los paseantes y yo recuerdo entonces la severa amonestación de hace tres años a mis sobrinos ciclistas en la ruta por ir demasiado deprisa: ¿Os pensáis que esto es una competición? Y luego, como lección les hice correr a marchas forzadas durante el resto del camino (el pero parado fui yo, el más maduro, que acabé sufriendo calambres a la altura de La Poveda).

A medida que avanzo aparecen referentes que me informan de mi situación. No tarda en aparecer el jubilado estadio Vicente Calderón con su fachada acristalada y oscura en la que se refleja, nítida, la imagen del río. Queda el gran rótulo con su nombre para la nostalgia en su parte superior*12. Luego se llega al Puente de Toledo con su bella arquitectura y sus detalles barrocos labrados en la piedra dorada*9. Empieza a oscurecer y se nota más el frescor y la humedad del río. El sol se ha ocultado cuando llego frente a la fachada fluvial del edificio del Matadero*11. Una iluminación rojiza le hace brillar en medio de la penumbra que se apodera de la ciudad. En el paseo empiezan a encenderse las farolas mientras caminar sigue resultando agradable y seguro; pero poco después, al llegar a un paso elevado y un jardín cercado,hay que cruzar uno de los escasos tres semáforos de la ruta. Las tiendas aparecen al otro lado iluminadas por sus agresivas luces de neón. Durante un tramo callejeamos alejados del río hasta que nos reincorporamos por una zona entre  patios, obras y solares. Enseguida llegamos al Parque Lineal del Manzanares.

Ya es de noche. Múltiples pistas, más o menos paralelas al río, nos van conduciendo entre farolas cada vez más distantes. Esta zona es mucho más solitaria. Mando mensajes de cuando en cuando a mi mujer que sigue mi ruta de esta manera desde la distancia en Guadalajara. Llega un momento en que la oscuridad es completa. Aprieto el paso. Camino junto al río, apenas separado por un pequeño terraplén cubierto de maleza. Dejo atrás árboles y arbustos apenas distinguidos por la luz intermitente de la luna que asoma entre las nubes. De cuando en cuando me cruzo con algunos paseantes que regresan acompañados por sus perros. A menos ellos, tienen quién les proteja; pienso para mí. En algún punto, el borde del río se acerca lo suficiente a las calles iluminadas y entonces descubro un edificio profusamente iluminado de aspecto futurista. Sobre su fachada una pantalla gigantesca proyecta imágenes que recuerdan un escenario de Blade Runner*12. Después, de nuevo la oscuridad. De cuando en cuando se divisan, oscilantes, las linternas de corredores o  paseantes rezagados.  En una ocasión aparecen dos potentes faros que me hacen pensar en un todoterreno. Me aparto hasta  casi caer por el terraplén al río. Al sobrepasarme las luces compruebo que son dos ciclistas que circulan en paralelo charlando tranquilamente. La Caja Mágica, en medio de un ámplio recodo del río, alza sus paredes monstruosas sin luces ni ventanas a la derecha del camino. Se tarda un rato en sobrepasar las largas paredes de más de 100 m. que la rodean. Más que un pabellón deportivo semeja un gigantesco búnker o acaso un negro féretro en medio de la noche. Después, algo alejado, se ve el edificio bien iluminado del Tanatorio de la M-40 claramente indicado con su letrero luminoso. Cuando el caminante percibe este edificio se tranquiliza: Villaverde está próximo.

Medio kilómetro más allá encontramos los pasos elevados de la M-40 y un poco después el del ferrocarril de cercanías. En ese punto dejo el camino a la orilla del río y toma la calle Carretera de Villaverde a Vallecas para luego,  a la izquierda, llegar hasta Mercadona y de ahí a la estación de cercanías de Villaverde Bajo. Desde aquí me vuelvo a Guadalajara y aquí retornaré para completar esta primera etapa en cuanto me sea posible.        

*1 *2

*3*4


*5*6


*7*8

*9*10

*11*12

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por decidirte a comentar este artículo. Tu opinión y tus aportaciones son importantes para mí y mis lectores.