5ª etapa: Barajas de Melo - Uclés.
Martes, 14 de noviembre de 2017
A las 7:00 sonó la alarma del móvil. Ya de madrugada había logrado arroparme tan bien que, incluso en mi precaria situación, se estaba muy a gusto bajo la manta. Pensé en permanecer otra hora más disfrutando de las oleadas de calor que llegaban desde el radiador. Sobreponiéndome a la pereza me levanté y recogí cuanto había desplegado en el almacén: el radiador desenchufado y en su sitio, el tendedero contra la pared, la sábana bien doblada, las colchonetas apoyadas en la mesa... Desde la puerta eché un último vistazo por si me dejaba alguna cosa y, cerrando cuidadosamente la puerta, salí del pabellón. Pasé al lado de la autocaravana de Rossi que debía seguir durmiendo y me dirigí al bar Piñones, al lado del ayuntamiento, para devolver las llaves y tomar un café con leche. Jesús, el otro peregrino, ya había estado allí hacía unos momentos. Tres o cuatro parroquianos se interesaron por mí. Cuando les conté que había tenido que dormir en el polideportivo me aseguraron que la falta de habitaciones en la posada El Peseta era mentira. No quiso alquilarme y punto: no hay monterías los lunes - me dijeron.
Inicié el camino con miedo. Durante la noche había tenido varios calambres en las piernas y éstas me dolían hasta el extremo de gritar ahogadamente cuando intentaba darme la vuelta. Ahora, según recorría las calles del pueblo hacia el camino, empezaban a entrar en calor y el dolor desaparecía poco a poco. Hoy me sentía eufórico: salía con tiempo para llegar pronto, casi a la hora de comer, y los pies se habían acostumbrado a las ampollas y rozaduras. Crucé el pequeño río Calvache por un puentecito*1 y, desde allí, distinguí trescientos metros más adelante la silueta de un peregrino con su mochila. Me pareció Jesús, pero sería raro que fuera tan despacio: normalmente duplicaba mi velocidad en la marcha. En este lado del pueblo abundaba la vegetación y no faltaban árboles y huertos junto al río. Como a 1 km del pueblo, el camino cruza la carretera y se desvía a la derecha por una fuerte pendiente durante otro largo kilómetro cuesta arriba. Al final se divisa recortada contra la claridad del cielo de madrugada la Cruz del Pelegrin. Allí me está esperando Jesús, que es el peregrino misterioso que me precedía. Lo había alcanzado porque se entretuvo visitando la ermita de ... en Barajas. Nos hicimos las fotos respectivas*2 e intercambiamos números de móvil por si fuera útil nuestra colaboración en Uclés. Yo le despedí y me quedé un rato más haciendo algunas fotos*4 y poniendo el autosello gracias al buzón habilitado*3 en un murete al efecto.
El aire es frío y no apetece detenerse. La atmósfera está límpia y el sol empieza a caldear el ambiente. Después de este momento en la cumbre se baja la colina con alegría, optimista. Cuando llegamos abajo nos topamos con un camino que cogemos a la izquierda. Al volver la vista atrás veo que este camino viene cómodamente llaneando desde Barajas: ¡Hemos subido una cuesta de 1 km. habiendo una ruta mucho más sencilla! Me viene a la cabeza la opinión de mi hermano Miguel, otro gran caminante: "Al peregrino, lo peor". La iconografía de la Cruz de Hierro en el Camino de Santiago ha impulsado a M. Rossi a imitarla haciendo una subida innecesaria a esta alta colina solitaria en los alrededores de Barajas. Eso sí, las fotos, y la magia del lugar compensan en parte este pequeño enfado.
Así, caminando entre campos amplísimos, se pasa la mañana. Hasta dos tractores a la vez aran estos campos de más de un kilómetro de largo al lado del camino. El aire levanta una nube de polvo que llega hasta el camino. A veces, el peregrino se detiene, para dejar que se se remanse y se pose antes de acercarse. Van sucediéndose las señales en piedras, letreros de madera, mojones... En los postes kilométricos han desparecido ya, tragados por los elementos, los números que marcan la distancia hasta el monasterio. A veces, en la amplia fachada de una casa en ruinas se anuncia con grandes letras las referencias del camino. Poco antes de llegar a Huelves giramos a la derecha por el Camino de la Cruz de Valdeolivas y medio kilómetro después, en un recodo del camino al abrigo de unos pinos, aparece un monolito de la nueva señalización con las placas cerámicas aún sin poner y el cemento fresco. M. Rossi ha estado ayer trabajando aquí, deduzco. El camino desciende hacia el pueblo ya visible tras la Autovía de la Meseta Sur. Bajo la autovía un gigantesco mural sobre el hormigón anuncia el "Paso Internacional de Peregrinos" y un grupo de grandes botones dan cuenta de las distintas nacionalidades de los peregrinos que pasaron por allí*5. Cien metros más adelante nos incorporamos al asfalto de la N-400 y nos dirigimos a la glorieta que la conecta con la población de Huelves. Justo en ella, maniobrando, veo la autocaravana de M. Rossi. Levanto el bastón para saludarlo y detiene el vehículo. Sale provisto de una cámara y me hace una foto caminando sobre el asfalto. No tardará en subirla a la página de facebook de la asociación. Charlamos un momento. Le comento que vi su obra reciente y me cuenta que viene de coger materiales del pueblo y que estos días está levantando la nueva señalización con mojones de cemento ya que las señales en madera se están deteriorando rápidamente. Me informa de los puntos de sellado (en la Iglesia, donde sellamos hace tres años y en el bar El bhúo, donde pienso dirigirme para tomar además una cervecita bien merecida). También me comunica que en Uclés no hay autobuses hasta Tarancón, excepto uno a las 10 de la mañana; pero me aconseja acercarme hasta el bar El Perico y preguntar por Ana Gálvez, del ayuntamiento, pues ellos conocen gente que se acerca a Tarancón todos los días y me podrían llevar: -Muchos peregrinos lo están haciendo así- me dice.
Frente al pueblo dudo un momento ante un camino que se dirige al río y un largo puente, no señalizado, que parece salvar la vía del AVE. Al final me decido por el asfalto. Acerté. En Huelves sigo las flechas hasta llegar casi al final del pueblo. Casi escondido aparece a la izquierda el bar El Búho. Entro y salen a recibirme, escandalosos, dos perrillos inofensivos y juguetones. La dueña, Rosi, aparece enseguida y se apresura a encerrarlos. Le pido una cerveza y le extiendo la credencial para que me la selle. Un simpático búho peregrino me informa de que me quedan 10 km. hasta Uclés, una nadería, con lo que llevo... Charlo con la dueña*8. Me ha llamado la atención un viejo kinké y un pequeño alambique eléctrico muy antiguo que parece en realidad una tetera. Tras la barra, en la pared, algunos trofeos de caza, uno de ellos un jabalí con gafas rosas*6. Curioso. Mientras charlamos llega Paco, un ciclista que vive en puelblo y que se une a la conversación. Terminamos haciéndonos algunas fotos*7 que mando a Rossi (se me ha quejado varias veces de que no mandaba ni una). Al ver a Paco en su whatsapp me llama enseguida pues necesita hablar con él y no lograba comunicar por teléfono. Paco colabora activamente en el mantenimiento del camino, a lo que parece.
Después de un agradable rato en El Búho prosigo hacia Uclés siguiendo la carreterita asfaltada que denominan "Camino de Uclés" hasta cruzarme con la vía del AVE que va hacia Valencia. Un túnel salva las vías e inmediatamente el camino se desvía a la izquierda. Un nutrido grupo de señales lo anuncia. Sobre el mapa se aprecia que la distancia por carretera hasta Uclés será de unos 4 km, pero el track que sigue el camino nos dice que haremos por lo menos 6. ¿Será otra de las "ocurrencias" de M. Rossi? Esperemos que el desvío merezca la pena. Conozco el tramo por carretera, hace 3 años tuvimos que llegar por él pues a mi sobrino Sergio, muy cansado, le daban calambres y no podía más. Llegamos en un santiamén y muy descansados, eso sí, entre coches.
El desvío nos lleva al vallado que proteje las vías y lo seguimos hasta que se introduce en un túnel. Entonces, dejando la alambrada a nuestra espalda, se aleja en dirección sur por la orilla de un pinar durante medio kilómetro para luego, al final de una bajada, girar bruscamente hacia el norte y retroceder hasta volver al trazado del AVE y salvarlo sobre el túnel. Esta vez parece no existir escusa para el enfado. Ha sido más de un kilómetro de más y parece que sin compensación alguna. Una muy buena razón habrá para este recorrido aparentemente absurdo. Se me ocurre pensar en derechos de paso por parte de los propietarios de las tierras al lado de las vías, o de pasos insalvables al otro lado de la vía que sería la opción más lógica, si fuera posible... Pienso en lo que diría Juan, que se molesta tanto por las vueltas y revueltas evitables.
Luego el camino se dirige al este durante 200 m. y a continuación hacia el sur, ya orientado definitivamente hacia Uclés, a la altura de un monolito dedicado a M. Rossi, creador el camino*9. Serán ya 5 agradables kilómetros entre pinos los que nos queden. La travesía por La Sierra del Pavo se hace muy llevadera. Se pasa primero por un vértice geodésico y poco después, tras una colina, asoma la aguja de la torre del monasterio*10. Pero la imagen engaña, todavía nos quedarán más de kilómetros entre pinares. Al llegar al ultimo monolito se nos presenta bello, poderoso, el monasterio elevado sobre su colina*11. Allí, cuatro grandes bloques de piedra junto a los pinos ofrecen asiento con unas vistas espectaculares. es un buen sitio para comer y preparo un par de bocadillos de chorizo y mortadela. Una cervecita de bote completa una comida magnífica, si no por los manjares, sí por el local.
El sol calienta a estas horas y se agradece la llegada a través de umbrosos pinares. Al llegar al pie del monasterio se impone una subida de 0,7 km por la carretera. La asumo animoso pues sé que será el último esfuerzo. Una vez arriba, acudo a sellar a la pequeña oficina de la recepción junto a la puerta*12. Me sellan amablemente y contestan también algunas preguntas que me rondaban por la cabeza. Me informan de que, efectivamente, no hay autobuses y la chica que amablemente me atiende me sugiere preguntar a los turistas que hay por allí por si aceptan llevarme.También me informa de que se puede pernoctar con saco en dormitorios corridos que tienen habilitados. Echa la cuenta mentalmente y le salen más de 60 plazas para posibles excursionistas poco exigentes. No visitaré el monasterio, lo conozco. Salgo con prisa a la caza de visitantes que me puedan llevar. Una pareja de jóvenes parece estar haciendo un reportaje, lo adivino por sus grandes cámaras sobre trípode con potentes teleobjetivos y la consola de dirección de un dron que, aunque no logro ver, debe estar sobrevolando el recinto. Espero a que me atiendan, y tras un buen rato, me dicen que van en dirección Cuenca. Decido bajar hasta el pueblo y busco el descenso ahora por la escalinata que se aprecia en la base. Con mi pinta de peregrino indigente y desaseado pregunto a un grupo de turistas (alemanes, parecen) por donde están las escaleras. Me envían a la parte posterior del monasterio*13 donde yo recuerdo que hace años había una puerta ruinosa. Después de rodearlo completamente me topo con dicha puerta cerrada. Retrocedo y al pasar junto a los turistas me miran apurados y me interpelan como diciendo ¡Ah, lo siento, buscabas el sitio para bajar: es por allí! pero todo ello en alemán. Yo probé en francés "Ye cherche les ecaliers" pero ni me entendieron a mí, ni yo comprendí nada de lo que me respondieron. Me despedí con un caluroso "gracias" palabra que seguramente ya formara parte de su vocabulario.
El pueblo se extiende sobre la base de la colina del monasterio y yo me dirigí hacia la plaza del ayuntamiento. Allí divisé el bar "Posada de Perico" y pedí la socorrida cerveza. Pregunté por los autobuses aunque sabía la respuesta, pero así me daba pie para preguntar si conocía a alguien que tuviera que viajar hasta Tarancón esa tarde. -Yo mismo te llevo que vivo allí. Espera 15 minutos que me faltan para salir- , me respondió el camarero. Pasé el siguiente cuarto de hora disfrutando la cerveza y felicitándome por la suerte que había tenido.
No me gusta mucho hablar, pero el simpático camarero se merecía una buena conversación. durante el viaje. Hablamos del monasterio, de los chicos de los pueblos de alrededor que estudiaron allí: -Muchísimos, les preparaban con muy buena base- me dijo, de algunos pueblos cercanos: - Yo conozco Palaomares, mi mujer es de allí- le dije... Enseguida llegamos a Tarancón y tuvo la amabilidad de llevarme hasta la misma estación pasando además, por si cambiaba de idea, por la de autobuses que está a apenas 100 metros. Confrontando horarios me traía por cuenta tomar el autobús hasta la estación de Méndez Álvaro en Madrid y después enlazar con el cercanías hasta Guadalajara haciendo trasbordo en Atocha.
Así que cansado, ojeroso, con los pies destrozados; pero a un tiempo relajado, tranquilo y con una beatífica expresión en la cara; viajé arrullado por el suave run run del tren hacia mi hogar en Guadalajara. En el vagón la inmensa mayoría de la gente viajaba ensimismada, dormida, inclinada sobre sus móviles o ebook... yo les miraba curioso, abierto, desafiante... regresaba de una pequeña hazaña. Y ya estaba pensando en la próxima.*14
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