domingo, 1 de octubre de 2017

Tristeza y vergüenza.


Salto de un canal de TV a otro preso de pena y de vergüenza. Me cuesta creer lo que estoy viendo. Contemplo estupefacto en la pantalla una coreografía mediática absolutamente ensayada. Los hechos se desarrollan conforme a  una cuidada organización. Me recuerda la detallada programación didáctica de nuestros programas escolares.

Hoy en Cataluña  quebrantar la ley sale gratis. Es más, se obtiene un plus de ciudadanía, un estándar de catalanidad, de pata negra nacionalista. Hoy el que defiende la ley es un fascista, un heredero del franquismo recalcitrante. Recuerdo nuestras pequeñas luchas contra Franco hace cuarenta años, nuestras movilizaciones para acabar con aquel "atado y bien atado" que dejó.  Entiendo la épica de las manifas, la euforia de las quedadas festivas, la sabrosura de las paellas y butifarras comunales, la solemne dignidad de las cajas de resistencia,  las alegres acampadas familiares en los colegios. Comprendo el subidón de adrenalina que producen las carreras ante la policía, el erotismo de la provocación a las fuerzas el orden, la agradable sensación de pertenencia al grupo que da juntar hombro con hombro ante una barrera policial. Aquello acababa muchas veces en detenciones, en  fichas de sospechoso guardadas en los archivos de la policía secreta, en hostias sin contemplaciones en las comisarías. Hoy en Cataluña quebrantar las leyes democráticas sale gratis,más aún, se paga bien. Ir a un colegio y votar autoconcede la medalla de hojalata al valor. Hoy, caerse de culo ante el empujón del policía al que hostigo, se salda con una sonrisa, con un selfie viralizado en las redes mundiales. Una sonrisa de satisfacción se dibuja en el rostro de cada congregado ante el embarazo policial. Un mueca de falsa dignidad se asoma a la cara de los congregados  que, brazos en alto (como si hubiera realmente armas de fuego), se abalanzan sobre los cordones de seguridad en un galopeo festivo. La belleza plástica de  mostrar cientos de palmas desnudas ante la pasividad de las fuerzas del orden es, en realidad, una estudiada coreografía victimista.  

Hoy muchos catalanes se creerán definitivamente mejores, más  demócratas, más buenos, más puros. Hoy se apelará inocentemente al espíritu de la Marcha de la Sal en la India de Gandhi (eso sí, sin millares de cabezas machacadas por los palos de la policía), se invocará el espíritu de Mandela (claro está, sin los 27 años en  prisión de sufrido dirigente), se recordarán las protestas de la Plaza de  Tiananmén (pero sin los 2.600 muertos comprometidos en la masacre).  En los despachos de sus actuales gobernantes constitucionales se brindará con cava a cargo de los presupuestos del estado español, alzarán la copa felices por haber engañado tan bien a los demócratas del país. Hoy muchos policías se sentirán avergonzados ante el rechazo manifiesto, el insulto o la hostilidad de aquellos que los increpan. Su trabajo de fuerzas del orden quedará en entredicho frente a una masa provocadora que les ningunea, que les hostiga. Volverán a casa desconcertados, heridos, avergonzados: ¿Todo vale en Cataluña? ¿Qué leyes rigen aquí? ¿Porqué ningunean a los jueces? ¿Por qué ante ese continuada transgresión han de mantenerse pasivos soportando insultos y escupitajos?

Hoy es el día en que el facebook "Catalan independence movement", recibirá miles, tal vez millones de "me gusta", se poblará de selfis indepes, se llenará de guiños antiespañoles... Hoy es la jornada de las declaraciones mediáticas de las estrellas del fútbol catalán (Xavi, Puyol, Guardiola...) de la expresión de "vergüenza" por la actuación policial (nada dicen de los grupos organizados que les acosan). Hoy es el día en que "valía jugar con la camiseta de la selección , pero nunca nos sentimos españoles".

Hoy se certifica la defunción del estado de las autonomías. La condescendencia, la tolerancia con las nacionalidades históricas ha alimentado el monstruo. Desde su rincón, el País Vasco y Cataluña han coaccionado al resto de regiones, las han extorsionado para obtener pingües beneficios y, ¡qué magnanimidad!, han dejado claro que no estaban satisfechas, que nos hacían un favor al negociar ventajosamente con nosotros, que en  aras de la unidad de España su colaboración en la política del país debería ser pagada generosamente. Hoy es el día en que empiezo a preferir asociarme con Francia que con Cataluña, al fin y al cabo, los galos no me han manifestado su rencor, ni su odio, ni se hacen víctimas de nuestros inevitables lazos de vecindad. Hoy llego a plantearme asociarme a Portugal con el que parece existir más sintonía. Hoy comienzo el estudio de una nueva N-7 hacia Francia pasando por Zaragoza, de incentivar el uso los puertos de Valencia, Gijón o Santander; de iniciar el trasvase del Ebro, de derivar el pago de las pensiones de los muchos jubilados catalanes a las menguadas arcas de la Generatiltat, de colocar en el puesto de cola a Cataluña en los trasplantes de órganos, de acuerdo con su actual contribución. Hoy es el día de recuperar el florín catalán y estudiar su paridad con el euro, de ejercicios militares en sus fronteras, de construcción de cientos de puestos fronterizos, de edición de pasaportes, de emigración de profesionales perfectamente integrados durante años... Me pregunto si de verdad han pensado en todo esto quienes defienden tan vehementemente la independencia. 

Yo, como español de Palencia, mi pequeña y pobre ciudad (pero tan históricamente rica como la que más y tan contribuyente en su medida a la economía de la nación como cualquier otra) me siento avergonzado. Triste, me asombro de la desafección catalana nacionalista. Me duelo de las falsas acusaciones a mi pueblo, de la absoluta soledad en que me dejan mis vecinos nacionalistas ante un gobierno contra el que lucho desde hace tiempo. Se han rajado. Me han dejado en la estacada. Tras tantos años de negociaciones ventajosas, hoy llega el día que se quieren ir y, por supuesto: "Santa Rita, Rita, Rita: lo que se dio no se quita". Se quedarán sus puertos, sus infraestructuras olímpicas, sus cuantiosos fondos FLA. Pero nuestro trigo, ese que necesitan para su pan payés, ese que embarca en los trenes que recorren la meseta con dirección a Barcelona, ese no llegará más: las fábricas de galletas, los "cavas" de nueva generación con vinos manchegos, se producirán por fin en los pequeños polígonos industriales de las ciudades castellanas, que falta les hace. 

Despechado, abrumado por los mensajes que estoy recibiendo a través de los medios de comunicación echo en falta una respuesta de la ciudadanía no nacionalista. No espero nada del partido que nos gobierna ni de nuestro Jefe del Estado. Su inacción, su falta de entusiasmo y de carisma, el lastre de la corrupción de su partido, su pasividad... tienen  mucho que ver con el actual estado de la situación. Pero, superado el oleaje del actual tsunami independentista se hará necesaria un gigantesco ejercicio de pedagogía: hay mucha gente engañada. Ya lo decía Göbells, el gran propagandista del Partido Nazi y del Tercer Raich: "Una mentira repetida mil veces acaba convirtiéndose en una verdad" 

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