Su cuerpecillo gris, torpe sobre la tierra, se confundía con el barro, se escondía entre la hojarasca.
- ¡Qué será de mí? ¿Qué puedo hacer con mi extremidad rota? ¿Para qué me sirven ahora las hermosas plumas de mi ala?
Escondido bajo un arbusto se percató de que había un arrugado papel a su lado. Era la hoja de una libreta arrancada por el viento, mojada por la lluvia y vuelta a secar por el sol del mediodía. Entonces arrancó una de sus plumas y mojándola en la gotita de sangre que brotaba de su ala herida empezó a escribir.
Poco a poco, descubrió que podía volar de nuevo de una manera insospechada.
El pajarillo buscó un sitio donde guarecerse. Allí vivió desde entonces. El pajarillo en su guarida, escribía.
Un día, casi perdida la esperanza, descubrió que su ala se había curado. Entonces emprendió un vuelo por un cielo nuevo, recién ganado. Con alegres tirabuzones en el aire celebró el día de la resurección de los pájaros.
Pero, de vez en cuando con mucho sigilo, vuelve a su guarida y escribe.
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