jueves, 13 de julio de 2023

Sinécdoque

Es la sinécdoque una figura retórica que consiste en designar la parte por el todo o viceversa. Pertenece al grupo de figuras denominados tropos en donde hacemos uso de una palabra en sentido figurado (no en el normativo). Son tropos la alegoría, metáfora, metonimia, símbolo y sinécdoque.

Pues bien, hay una serie de sinécdoques muy frecuentes que no son usadas como figuras retóricas. Símplemente la parte se ha apoderado del todo hasta el punto de que mucha gente las confunde y acepta como el concepto mismo que sustituye. Estos ejemplos forman parte de mi particular experiencia.




El danone que fagocitó al yogur.

Ocurrió durante mi primer año como profesor en un colegio de Arganda del Rey (Madrid) en clase con alumnos del antiguo 7º de EGB (año 1980). Explicando el tema de los derivados lácteos y, puestos a poner ejemplos, saqué a relucir el caso del yogur, entre otros como el queso, la nata, etc. Invitados a añadir otros derivados uno de los alumnos propuso "el danone". Yo le hice ver que su respuesta era reiterativa: "El danone era una clase de yogur". Con gran sorpresa por mi parte, la clase al unísono protestó defendiendo que la leche fermentada de esa manera se llamaba "danone" y que yogur era una marca de danones... Nada puede hacer en ese momento, pues el grado de certeza les acercaba al motín. Solo en días sucesivos algunos alumnos, no todos, reconocieron que lo habían consultado y yo tenía razón. 


No tenemos edulcorante ¿le sirve "sacarina"?

Con una frecuencia preocupante, el 80% de las veces que pido edulcorante para mi cortado los camareros me miran con gesto de no haber entendido. Algunos, a los que les parece entender que no quiero azúcar, me sugieren: "¿Quiere sacarina?". 

Cansado de explicar que la sacarina es, precisamente, una clase de edulcorantes lo que hago ahora es responder (con cierta pedantería y retintín): "Me vale sacarina; y también puede ser aspartamo, esteviol, sorbitol, ciclamato... Cualquiera menos la glucosa". 

La verdad es que mi afán pedagógico le importa al camarero un pimiento y lo que suele hacer es mirar bajo el mostrador y ponerme un sobrecito más fino que el abultado sobre habitual de azúcar. Posiblemente piense ¡Cuanta complicación para decirme que no quiere engordar!


La perdida batalla de La Revoltosa por significarse.

Me gusta comer el menú del día. Es una opción muy completa, digna y -sobre todo- económica para comer en un restaurante y disfrutar del ritual de la comida compartida y servida sin más preocupaciones. Suelen incluir la bebida (cada vez menos, ahora la reducen a agua -gratis de todos modos, si así lo pides- una copa de vino o una caña de cerveza). Donde aún no regatean con el elemento más barato para el local (nunca entenderé por qué la bebida -que no exige preparación ni trabajo de elaboración y que, al por mayor, les sale muy barata es la más grabada en el precio) y debido a los gustos de mis acompañantes solemos pedir vino y gaseosa. Pero ¡cuantas veces, el camarero, toma nota mientras musita "... y vino y casera". Curiosamente, después nos trae una Revoltosa, o La Pitiusa... pero ya me he cansado de discutir por estos temas. 


Quiero un cola-cao

Claro que, si vamos con niños y toca desayunar o merendar, un clásico es pedir un batido, aunque normalmente y sin pensarlo pedimos "Un cola-cao". Luego nos pondrán el cacao en polvo que tengan, que suele ser el más barato. 



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