sábado, 8 de julio de 2023

Relato verídico novelado: "El testimonio de la higuera"



Munur es una mujer turca. A sus 66 años, aún recuerda a su hermano Ahmet; desde su desaparición, en 1974, han pasado ya 40 largos años. Hasta su juventud vivieron en el pueblo de Taskent (Dohni) en el sur de la isla de Chipre, entre Limassol y Larnaca. Era un pueblo grande, con una población de unos 4.000 habitantes, mitad griegos, mitad turcos. En aquel año comenzaron los disturbios.



Los turcos lanzaron entonces la denominada "Operación Atila". El 20 de julio, en una operación aerotransportada con 1000 paracaidistas turcos y varias unidades de desembarco, se hacen con el norte de la isla. En la zona de Limassol, al sur de la isla y de mayoría grecochipriota, las comunidades turcas quedan aisladas entre sus convecinos. Munur cuenta que su hermano Ahmet optó por unirse a la Resistencia. El 14 de agosto la Fuerza Aérea Turca lanzó la segunda operación aerotransportada. Acto seguido, en el pueblo de Tashkent, los líderes de la organización grecochipriota EOKA ordenaron reunir a todos aquellos que tuvieran la edad suficiente para empuñar un arma. Los aldeanos de origen chipriota armados toman las calles; los hombres turcos, incluidos los niños, son detenidos a la vista de todos y reunidos en la escuela. De Ahmet, que había ido al huerto familiar de higueras a trabajar, se pierde la pista. Al día siguiente, varios autobuses llegan al pueblo. Sesenta y nueve de los recluidos son son obligados a montar en ellos con destino desconocido. Los jefes de la milicia aseguran que serán conducidos a un campo de prisioneros; pero nada se vuelve a saber de ellos ni de otras muchas personas que fueron detenidas en diferentes pueblos de la isla.



Kallis era botánico. Aquel día de 2010, en una de sus expediciones forestales por una zona apartada y montañosa de la isla se había aproximado hasta la boca de una cueva. Curiosamente, dentro de aquella oquedad, iluminada por un hueco abierto en la roca en la parte superior, crecía una extraña higuera. Sorprendido, buscó la entrada de la cavidad por los alrededores. En el lugar, se explotaron hace décadas varias canteras y la roca había sido horadada en algunos puntos. Encontró finalmente la entrada de aquella caverna y avanzó hasta el lugar donde un boquete cenital vertía su luz sobre las verdes hojas de la higuera. Las examinó de cerca. Las especies de andolinigas no crecían en aquellos lugares. Alguien tenía que haberla llevado hasta allí y plantarla de forma deliberada. Pero... ¿Qué es esto? -se preguntó. Había descubierto un pequeño trozo de hueso, plano y alargado, alzándose como un pequeño mástil sobre la tierra junto al tronco. Tiró de él extrayéndolo del suelo y vio que se trataba de una costilla. Excavó en torno a su hallazgo y descubrió horrorizado numerosos trozos de costillas fragmentadas que parecían formar parte de una caja torácica humana. Alrededor del árbol aparecían semienterrados entre sus raíces otros huesos, incluso se advertía la inconfundible forma de una mandíbula. La higuera parecía haber sido plantada sobre un cadáver humano.

Uyum Vehit era un antropólogo comprometido. Pertenecía al Comité de Personas Desaparecidas que, desde 1981, buscaba bajo el auspicio de la ONU el destino de las más de 2000 personas que desaparecieron en aquel conflicto llamado "La cuestión chipriota". Su tarea en el Comité consistía en identificar los cuerpos encontrados en fosas y enterramientos mediante muestras de sangre de familiares, descripciones de sus rasgos y pertenencias que les acompañaban como la ropa o los objetos que portaban inmediatamente antes de desaparecer. Hoy, la policía le había llevado varias cajas encontradas en una cueva con los restos de tres esqueletos, varias prendas en regular estado, algunas monedas y un gran imperdible. Inmediatamente se puso a trabajar.





El Jefe de Policía y algunos trabajadores del pueblo de Pareklisha habían subido hasta la cueva conducido por Kallis una semana antes. A remolque, tras su jeep, traían también un pequeña retroexcavadora. Unas palas, cajas de cartón y una motosierra completaban el equipo. Ya sabían que tendrían un duro trabajo por delante en aquellos días. Comenzaron a excavar con cuidado en torno a la pequeña higuera. Colocaban en cajas de cartón cada hueso, cada tira de ropa que iban encontrando. Antes, señalaban con banderitas y etiquetas cada uno de los hallazgos y lo fotografiaban. Tuvieron que arrancar las raíces de la higuera atrapadas en la caja torácica de uno de los esqueletos. Llegaron a identificar tres cadáveres, uno de los cuales aún conservaba las ropas en buen estado. Mientras el equipo trabajaba, su jefe inspeccionaba el lugar. Había restos de escombros del techo repartidos en todo el área y el boquete superior parecía haberse venido abajo hacía décadas; sin embargo el grosor de la piedra hacía difícil un derrumbamiento casual. Examinando con atención el techo descubrió huellas de impactos de rocas en trayectoria ascendente. Estaba claro que dentro de la cueva se había producido una explosión que hizo que el techo se desplomara.

Por su parte, Kallis, dedicó los días siguientes a investigar el origen de aquella especie de andoliniga tan exótica en el lugar. En la zona no había árboles y ninguna de las canteras albergaba ejemplares así. No existía siquiera en las áreas cercanas. Luego comenzó a visitar diversas zonas de la isla, hablando con los lugareños que fueran propietarios de higueras de aquella especie. A todos les preguntaba si había desaparecido hacía años alguno de sus familiares. Alguien les habló de una familia del pueblo de Tashkent que tenía higueras así en su huerto y uno de cuyos miembros había desaparecido hacía cuatro décadas. Munur Hergune, invitó al botánico a un té mientras le contaba lo que ocurrió en el pueblo aquel fatídico en que desapareció su hermano.

Se tomaron muestras de ADN de la familia. Según los análisis realizados en los días siguientes, los cuerpos pertenecían a Ahmet Cemal y dos de sus amigos. Los miembros del comité se dieron cuenta de la asombrosa historia cuando la higuera les cayó en los ojos: el 15 de agosto de 1974, la semilla de un higo del huerto que Ahmet Cemal comió o se guardó brotó en el lugar donde fue enterrado después de ser asesinado. Años después, Kallis estaba obsesionado con eso, se había convertido en un árbol.

A la luz de este descubrimiento quedó claro el destino de aquellos 69 turcos apresados y obligados a montar en un autobús con destino desconocido. A partir de uno de los prisioneros, Suat Kafadar, que entonces tenía 19 años, los presos fueron fusilados y arrojados a una fosa común con una excavadora. dentro de la cantera. Suat, logró escapar de debajo de los cadáveres antes de que los de la EOKA volvieran para dinamitar la cavidad y así borrar las huellas de su crimen. Suat escapó ocultándose de todos hasta que llegó a su pueblo natal al cabo de una semana. Contó lo ocurrido pero no recordaba con precisión el lugar donde bajaron del autobús. Solo que era una zona montañosa con canteras...


EPÍLOGO



El 15 de agosto de 2014, en el 40 aniversario del evento, se llevó a cabo un funeral multitudinario en el pueblo de Tashkent. Tres años antes, 34 turcos, a cuyas fosas desconocidas se llegó excavando debajo de una higuera, fueron enterrados en el recién inaugurado Monumento a las víctimas de Taşkent en Kyrenia después de una prueba de ADN e identificación. Ziliha Uluboy, una de las psicólogas que estuvo apoyando a los familiares de los desaparecidos, dijo en aquellos momentos: "Hay personas aquí que nunca vieron a su padre y lo encontraron como un esqueleto por primera vez. Los vemos acariciar sus cráneos diciendo: "Papá".

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