(Sor Juan Inés de la cruz)
Cito a Sor Juana, auténtica escritora en su guarida monacal, en sus apartados aposentos de la orden jerónima en la ciudad de México. Monja por eliminación, no por elección. Enclaustrada como último recurso de ejercer su libertad de escritora y eterna estudiante.
Ella, que llegó a definirse como "La peor de todas las hermanas" es el ejemplo más exquisito de la mejor esencia. Admiro su determinación, su inteligencia, su carácter. Me apropio de esa frase lapidaria, resuelta, comprometida y firme: "Yo, la peor del mundo". Suena como una aldabonazo a las conciencias de los conformistas, de los bienpensantes, de los fariseos de la moral.
Miro su retrato adolescente de lejos y parece triste; pero me acerco y voy descubriendo, entre la perfección del óvalo de su cara, el brillo de unos ojos escrutadores que te miran y te entienden, que te traspasan el alma y te perdonan... porque saben. La bella Juana, la hermosa muchacha de 15 años de cuya imagen me enamoré un día mientras repasaba su biografía y contemplé el cuadro que de ella realizó el pintor Jorge Sánchez Hernández. Juana la sabia, la de férrea voluntad, la persona deslumbrante que, pese a todo el peso, a toda la terrible gravedad de la cristiandad, supo defender su resquicio de independencia. Juana, que también supo callar, que profesó su particular voto de silencio en el final de sus días.
Hablaban los de su tiempo de su apreciable belleza. Por ello fue pretendida y, también por su inteligencia -pero esto, a los más, les incomodaba-. Los jóvenes de hoy en día, ante su retrato, manifiestan su estupor en su particular jerga (que haría sonreír a una notable lingüista como ella, conocedora del náhuatl, del latín y del griego): "¡Pero cómo se metió monja, si estaba buenísima!»
Y no es para menos: Un cabello negrísimo que se derrama, perfectamente cuidado, a ambos lados de un rostro perfecto. Un cabello que, sabedora de su valor ornamental, cortaba mechón a mechón cuando sus avances en latín no le parecían suficientes: "No me parecía razón que estuviese vestida de cabellos cabeza que estaba tan desnuda de noticias" -argumentaba-.
Habría que explicar a los jóvenes de hoy que enclaustrarse (meterse monja) era la forma más práctica de ser un espíritu libre en su tiempo. Un contrasentido aparente que se aclara si somos capaces de imaginar la enorme presión que se ejercía sobre una mujer guapa, joven y bien relacionada para que aceptara el matrimonio; algo que cobra luz si contemplamos la intensa necesidad de Juana de conocer, de pensar, de descubrir... Tras los muros del convento, aparente prisión, podía ser libre.
Precoz en los aprendizajes, aprendió a leer a los tres años y compuso su primer poema a los siete. Se entendía en náhuatl son sus amigos indígenas desde niña y, cuando se lo propuso, aprendió latín en 30 lecciones que dejaron admirado y rendido a su profesor. Fue especialmente hábil en la corte del virreinato donde llamó la atención de los virreyes que la reclamaban continuamente.
Amiga de virreyes, platónica amante de la virreina, admirada y envidiada por sus pares, inteligentísima, crítica valiente y feroz del machismo imperante, poeta inigualable, superdotada, feminista convencida, estudiosa abnegada... Fue calificada como "La poetisa de México", "Décima Musa" y "Fénix de América" y es, con seguridad, la autora más notable del Barroco Hispanoamericano. En las réplicas a sus críticos pone la puntilla con demoledora eficacia; pero con gracia. Veamos, por ejemplo, como llama "hijo de puta" a alguien que chismorrea a su costa:
Mostremos cómo enfrenta a los hombre en sus contradicciones sobre la relación con la mujer:
Como otra monja, Santa Teresa, al otro lado del océano, entretenía a sus hermanas con poemas divertidos, incluso atrevidos para las costumbres de la época. Sor Juana hizo lo mismo con poemas de entretenimiento subidos de tono que solía recitar en los corrillos monjiles o leer en el locutorio durante las muchas tertulias que dirigía. Hay un grupo de cinco sonetos bastante escandalosos escritos con consonantes forzados en los que o hace alusiones licenciosas a una mujer, o hablan del deseo que provocan en un hombre. En el ejemplo a continuación uno de ellos refiere cómo una dama ha convertido a su marido en cornudo:
Pero si en divertir era maestra por elección, en argumentar fue doctora por obligación. Tuvo, como no podía ser de otra manera, numerosos enfrentamientos con las élites religiosas y, aunque tuvo benefactores que la defendieron, al final estos se salieron con la suya: la ordenaron callar y humillarse. Y finalmente lo hizo. Su confesión: "Yo, la peor de las hermanas", no se entiende sin mediar razones ocultas o maquiavélicas conspiraciones contra su persona que no se han podido descubrir; pero no serían de extrañar. Durante los últimos años de su vida, ya sin el directo apoyo de los virreyes, hubo de defenderse con las uñas y dientes dialécticos contra aquellos que la condenaban al ostracismo en lo gentil y a lo piadoso en lo religioso; a ella, un espíritu libre.
Como la Santa de Ávila, que encontraba a Dios incluso entre las cazuelas, Sor Juana lo encuentra en los libros y lo expone en sus escritos, incluso los de índole profano.
En sus últimos años de vida cesó su producción literaria. Como algunos escritores, que tras obras maestras y prometedoras renuncian a publicar para siempre y eligen un anónimo retiro, Juana eclipsa su figura que tanto brilló y se centra en apoyar directamente a los más necesitados. Su muerte, acaecida en 1695 a causa de una epidemia terrible que se desató en la ciudad de México, fue su último acto supremo de servicio. Tenía tan solo 46 años.
Pudiera ser, siendo solo conjeturas, que pensara que los numerosos elogios que recibió distorsionaron su retrato y pervertían su lucha por adquirir conocimiento y poder ser, pese a monja, poeta de versos profanos, ser tan culta como pueda serlo un hombre en este mundo y defensora del derecho de la mujer a leer, pensar y escribir. Quizá pensó que se había convertido en un mito. Lo que sí es cierto es que, a finales de 1962 y alejada de toda vanidad, la poetisa de México, la Décima Musa y Fénix de las Américas desapareció de la escena y a principios de 1963, del mundo. Antes dejó escrito:
Aquí arriba se ha de anotar el día de mi muerte, mes y año. Suplico, por amor de Dios y de su Purísima Madre, a mis amadas hermanas las religiosas que son y en lo de adelante fueren, me encomienden a Dios, que he sido y soy la peor que ha habido. A todas pido perdón por amor de Dios y de su Madre. Yo, la peor del mundo.
(Sor Juana Inés de la Cruz)
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis.
Si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia
y luego con gravedad
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Tais,
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?
Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
¿Y cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?
Pues para qué os espantáis
de la culpa que tenéis:
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.