Para evitar todo esto una buena idea es la rotación de los juguetes. Podemos hacerlo desde nuestra propia vecindad o ampliar el radio a nuestro barrio entero. Puede ser una iniciativa particular (cambio mis juguetes con los del vecino) o grupal (establecemos en el bloque una sala de juguetes sustentada con donaciones o compras comunitarias). En ciertas poblaciones algunos centros culturales dedican un espacio a ludotecas. Aparte de poder conocer y disfrutar en ellas de una más amplia variedad de juguetes, es posible prestarlos. El uso de juguetes en préstamos aporta unos valores importantes: previene contra la propiedad en exclusiva de las cosas, obliga al cuidado (ha de devolverlos en buen estado), enseña a compartir, permite conocer tipos de juguetes y juegos diferentes, obliga a la responsabilidad (ha de devolverlos en plazo), enseña a decidir...
Durante su infancia, mis sobrinos de Burgos, acudían a una ludoteca cercana. Conocieron así otros juguetes y adquirieron estos valores que apunto arriba. Mis felicitaciones a sus padres. No he notado en ellos envidia o frustración por no tener ese gran almacén de juguetes que muestran orgullosos otros niños. En mi infancia un juguete comprado era algo extraordinario. Era un pequeño tesoro. Por eso lo cuidabamos obsesivamente. Lo arreglábamos mil veces. Jugábamos con él hasta la extenuación. Exprimíamos todo el jugo a sus posibilidades... Hoy día miro a mi sobrino nieto y me apena ese extravagante derroche de objetos (aparentemente lúdicos) que se le regala. Incontables muñecos, atractivos chismes electrónicos, enormes cachivaches con ruedas, trajes y disfraces para aburrir, infinitos cacharros de plástico, trastos de colores, trebejos incomprensibles... Las cajas y cestos con sus juguetes almacenan montones de piezas desperdigadas. ¿Cómo va a apreciar el valor de las cosas bien hechas? ¿Cómo adquirirá así el necesario espíritu de observación? A veces se viene a jugar conmigo; nunca se aburre. Jugamos con cajas de cartón, con herramientas, con una simple pelota a mil juegos (incluso a fútbol, lo más aburrido); nos divertimos haciendo equilibrios con lo que se tercia (maderas, botes, tablillas...), exploramos, nos escondemos, imaginamos... El mejor juguete somos nosotros mismos si sabemos jugar a todas las cosas que el mundo nos ofrece. No es necesario crearlas artificialmente. Basta la imaginación.
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