miércoles, 14 de marzo de 2018

El corazón de las tinieblas.


Por el aire viciado del bar donde leo la prensa, desde las paredes alicatadas con televisores led, desde los titulares del periódico que tengo en las manos me llegan las noticias, me envuelven las palabras que describen el suceso del día. Esa atmósfera informativa tiene un halo de tristeza, un punto de pavor, un componente de extrañamiento y desesperanzas... Los periodistas no necesitan café, están en un no parar, se excitan con el tema: intentan deslumbrarnos con sus intuiciones a toro pasado: que si Ana Julia es el  prototipo de psicópata fría y calculadora, que si sus sobreactuaciones eran sospechosas desde el principio, que si su pasado delataba su carácter criminal... La legión de psicólogos, investigadores, conocidos... aseguran ahora firmemente que lo vieron venir, que intuían lo que podía pasar, que deducían claramente lo que había pasado.

Yo, apesadumbrado, asisto al levantamiento del velo sobre el alma humana. Me topo de bruces con el auténtico retrato de Dorian Gray. La que en su facebook se mostraba simpática y vital, la de infinidad de fotos de ternura y cariño con animales y personas, la "egresada de la universidad de la vida", la amante del baile, de la música... escondía tras esa imagen un alma perversa. De repente todos hemos descubierto el demonio de llevaba dentro. Fácil es ahora exorcizar en persona ajena nuestros propios demonios: elegimos el sujeto de la posesión con adjetivos tranquilizadores: una inmigrante, negra, antigua trabajadora de un club de alterne... Pero yo sé que todos podemos estar de alguna manera poseídos. Ya no me fío de nadie, ni de mí mismo. En el corazón del hombre habitan las tinieblas. Su corazón sueña cada noche y no siempre son dulces sueños. Las pesadillas existen.

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