viernes, 9 de diciembre de 2022

Soy un gruñón y a mucha honra


En mi "lista de agravios" (calificaciones peyorativas de íntimos y familiares) hay uno, recientemente adjudicado, que me gustaría analizar. Se trata del término "gruñón" (el que gruñe con frecuencia, es decir que "muestra disgusto y repugnancia, murmurando entre dientes"; según la RAE). y sinónimo de otras lindezas como: malhumorado, protestón, cascarrabias, murmurador, rezongón...

Pero analicemos detenidamente el calificativo hasta el punto de escribir un pequeño ensayo sobre él. He investigado sobre su significado, he leído estudios al respecto de esta peculiaridad de la personalidad y me he sorprendido gratamente: ¡Ser un gruñón no es exactamente malo!

Hay estudios que afirman taxativamente que "estar de mal humor y ser un gruñón, por ejemplo, hacen pensar con más claridad."  El mal humor activaría en las personas una forma de pensar más atenta y cuidadosa (esto está publicado en "Science" en un estudio sobre las emociones). El estudio concluye que "en contraste con las personas que parecen siempre felices, las de ánimo miserable son mejores a la hora de tomar decisiones y son menos crédulas". Una persona irritable puede lidiar con situaciones más demandantes que un individuo feliz pues, al parecer, promueve en el cerebro estrategias de procesamiento de la información mejores. La felicidad está asociada a la oxitocina (la hormona del cariño) que suele reducir nuestra habilidad para detectar amenazas y nos hace más vulnerables: "La felicidad, en definitiva, sería una "señal de que estamos a salvo y de que no tenemos que prestar atención especial al entorno", por lo que "esa gente se siente realizada, se relaja y no invierte los esfuerzos necesarios para hacer realidad sus fantasías positivas y sus sueños". Un cierto "pesimismo defensivo" implica anticipar lo peor para estar preparados si eso sucede. Así te obligas a pensar en posibles soluciones.  

En el mismo estudio se comprueba que las personas tristes son mejores exponiendo sus ideas a través de argumentos escritos. Así pues "un humor moderadamente negativo puede, en realidad, promover un estilo de comunIcación más concreto, más armonioso y, en definitiva, más exitoso".

Otros estudios hacen hincapié en algunas ventajas de ser un "gruñón". Según investigaciones de la Universidad de Amsterdam los malhumorados aportan ideas originales y eficaces en pensamiento no estructurado. Parece que ante emociones negativas como la ira, esos individuos dan respuestas de motivación y asumen riesgos con más determinación.

Por otro lado se comprobó que las personas alegres son, en general, más egoístas: las personalidades "negativas" respondieron mejor a estímulos sociales de "asco, miedo, enfado, tristeza, felicidad o sorpresa". Pese al aparente contrasentido los malhumorados son mejores socialmente: actúan con un pensamiento más detallado y observador ante situaciones nuevas y desafiantes. Son también mejores negociadores gracias a su buen uso del lenguaje.

Ser más feliz nos hace prestar menos atención a las amenazas. Las personas así caen en un chantaje con mucha mayor facilidad. 

El gruñón, alguien que parece haber sucumbido al enojo, produce en realidad una respuesta más terapéutica que aquellos que se contienen: contener el enfado perjudica a la salud y produce hipertensión arterial crónica. 

Aunque la felicidad suele considerarse virtuosa, no siempre es tan válida moralmente. La Universidad de Singapur publicó en Nature un experimento sobre el "juego del ultimatum". En dicho juego se examina nuestro sentido de la justicia (determina si preferimos dividir un dinero que nos proporcionan en partes iguales o si nos sentimos felices si cada persona apuesta por sí misma) . En él se comprueba que, en general, las personas preferimos castigar la desigualdad y el trato poco ético. El resultado fue que los participantes más felices se quedaban con más parte del dinero (ofertas menos generosas) mientras que aquellos que se sentían tristes eran mucho menos egoístas (rechazando ofertas con acentuada desventaja). Esas personas prestaban más atención a las normas sociales  y a las expectativas externas y actuaban de manera más justa hacia los demás.

Existe el estereotipo de el carácter gruñón va de la mano de las arrugas y las canas. En realidad las personas mayores suelen ser más felices que la población general. Los estudios muestran que generalmente son más pacientes y están más contentos. Al avanzar la edad se produce un efecto llamado "Positivismo" que ocurre cuando tendemos a recordar lo bueno en vez de lo malo. La falsa percepción que hacemos del mal humor de "un viejo irritable" es producto muchas veces de un cúmulo de inadaptaciones que impone la sociedad a los mayores (a sus problemas de audición, de visión, de lentitud,  falta de reflejos...). Llega un momento en que pueden decidir dejar de complacer tanto a la gente y pensar: "Ya no tengo que aguantar esto".

Desde los rencores obsesivos de Newton hasta las rabietas de Beethoven, parece que los genios, a menudo, tienen, valga la redundancia, mal genio. El porqué de esta situación siempre ha sido un misterio. Recientes investigaciones, sin embargo, apuntan a que los sujetos enojados producen más ideas y son mejores en aprendizaje accidental (pensamiento desestructurado). Hay personajes actuales exitosos muy conocidos que son auténticos cascarrabias. Bill Gates o Hugh Grant son algunos de ellos. 

Así que cuando me dicen que soy un gruñón, me río y afirmo con la cabeza, y aunque exhalo un resoplido cansado y cínico;  resulto, de esta forma tan paradójica, más positivo y optimista que ellos.

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