martes, 29 de noviembre de 2022

Ha nacido el Niñ@ Dios (relato navideño de 2022)


Ha nacido el Niñ@ Dios

José, estupefacto, le tomó en sus manos. María, sorprendida, le apoyó en su pecho. Salomé, la partera de Belén, les miraba con  preocupación. Los signos eran claros: la estrella en lo alto del cielo suspendida sobre el portal no dejaba lugar a dudas. Las profecías lo habían anunciado exactamente así: Isaías lo afirmó: "Una joven pura dará a luz al Hijo de Dios" y pertenecerá a la estirpe de David (y aquella mujer tenía acreditada esta descendencia). También Micaías precisó que "nacería en Belén y otros profetas predijeron que sería un "nazar" (nazareno). Luego, estaban las circunstancias especiales del nacimiento: la estrella sobre el portal, las brillantes siluetas de los ángeles cantando en las alturas, los Magos venidos de Oriente, los pastores que se acercaban al  pesebre...  

Pero en el cúmulo de coincidencias había un elemento dispar, algo que no cuadraba con el espíritu y la letra de las Escrituras Sagradas. Allí, con el bebé desnudo mamando de su pecho se apreciaba claramente un pequeño detalle que no se ajustaba a lo que todos esperaban de la criatura destinada a ser Rey de los Judíos. Aquel bebé tan tierno que se agitaba sobre el pecho de María carecía de los atributos de la masculinidad, no disponía de la minúscula colita que se esperaba de un hijo varón. En la entrepierna se apreciaban claramente los labios de una vulva minúscula, la señal incuestionable de su feminidad.   

¡Qué más da! - se decidió a hablar la partera- Es una niña ¿Y qué? ¿Acaso Dios no puede ser mujer? ¿No participamos más que los hombres en la creación de la vida? 

Jose levantó los ojos y la miró con extrañeza: 

-Pero las escrituras hablan de un rey, de una persona decididamente masculina... Somos un pueblo patriarcal y así debe ser: ¡Los hombres son el sostén de la sociedad!

María intervino: 

-Pero si Dios nos hizo a su todos a su imagen y semejanza, también una mujer podría ser como Dios: sería también la imagen de Dios. Entonces mi hija tiene las mismas posibilidades que un varón de ser el Dios que estamos esperando...

Salomé terció en la discusión: 

-¿Pero realmente importa el sexo de Dios? ¿Cuáles de los atributos de la deidad son los realmente importantes? ¿El sexo lo es? ¿Para ser Salvador, Consuelo, Redentor de la humanidad; es necesaria una colita insignificante? 

Pero José, confuso, razonaba: 

- No sé, realmente eso no parece tan importante... Pero la mayoría no piensa así. No aceptarán que una mujer les represente como la Deidad que esperan. Y recordad que somos monoteístas: solo creemos en un Dios. Ningún varón aceptará que Dios sea  una mujer.

- Está bien, -concluyó María- no tienen porqué saberlo. Nadie sabrá el sexo de esta criatura divina. Nos referiremos a él como "nuestro bebé". De momento un pañal tapará sus atributos hasta el momento  de la circuncisión. En estos ocho días ya  pensaremos en algo...

Y así fue como el niñ@ Dios pasó algo más de una semana siendo festejado y admirado por pastores y reyes, por vecinos y extraños... Todos veían en él un Rey, al Hijo de Dios que, por fin iba a redimir a los judíos. A los ocho días José marchó sigilosamente a Jerusalén y trajo de allí un hombre sabio, misericordioso y temeroso de Dios que se llamaba Joel y que conocía a fondo las leyes divinas. Llegó al portal donde encontró al niño y, presto a aplicarle el cuchillo, encontró que no era posible realizar ningún corte en el cuerpo de aquel. Ante la visión que se le presentaba quedó estupefacto y tras reflexionar unos instantes comprendió los designios divinos  y exclamó: "He aquí que la sangre de esta niño ha corrido sin incisión alguna" y procedió a darle el nombre de Jesús que le había sido impuesto de antemano por el ángel. 

Y Jesús crecía. Ya de niño tuvo muchas oportunidades de pensar en la relatividad de su sexo y en los sobrevalorados atributos masculinos que eran en realidad falsos blasones de una nobleza inventada. Guardó su secreto hasta la madurez, donde se lo confesó a su amiga Magdalena. Ella, buena conocedora de los hombres supo ser discreta y no le delató. Es más, se forjó entre ellas una gran amistad que dio origen a muchas habladurías (y más que habría dado si se conociera el verdadero sexo del Mesías). Algunos se preguntaron por qué aquel hombre singular, viva imagen de Dios, se afeitaba siempre la barba. Sus discípulos, a excepción de Juan -el amado por Jesús- portaban  una poblada barba, de dimensiones bíblicas; pero nadie imaginó la causa real de su rostro lampiño. 

Tan solo un grupo de mujeres piadosas, aquellas que recogieron el cuerpo de Jesús crucificado y, desnudo, y lo prepararon para la sepultura advirtieron tras bajarlo de la cruz el sexo real del crucificado.

Pero todas comprendieron. Como madres sabían de su papel callado y oculto. Ellas, las generadoras de la vida entendían perfectamente la importancia de su misión en la Tierra, su principal  protagonismo en el cuidado de la Humanidad. Y callaron. 

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