lunes, 19 de diciembre de 2022

Nunctium mendacem (2º relato navideño 2022)


En la taberna de La Higuera Generosa, bajo la sombra proyectada por su abundante ramaje, se celebraba un contubernio convocado a instancias de Herodes. En su nombre hablaba el centurión Casio, allí de paisano en ese momento. Casio era el jefe de los frumentarii, la policía secreta de los romanos, y normalmente su trabajo consistía en mantener a raya a los rebeldes saduceos o controlar a los  conspiracionistas fariseos; pero hoy, sin embargo, se trataba de atajar un peligro en ciernes.

La situación era preocupante para la guardia de ocupación romana. Jerusalem siempre fue una ciudad díscola con la disciplina del Imperio; pero es que ahora, además, flotaba en el ambiente el olor de la revuelta. Expectativas sobre la llegada de un Mesías para los judíos siempre hubo; pero en los últimos meses se habían multiplicado. Los rumores se extendían por el foro, se propagaban entre la penumbra de las domus, circulaban por los callejones: "El Rey de los  judíos, El Libertador, estaba a punto de nacer. La dominación romana tocaba a su fin." Todos hacían cábalas sobre cómo sucedería, cuál sería la familia afortunada, en qué lugar se produciría el prodigio... 

Los más versados en las Sagradas Escrituras aseguraban que sería en Belén. Casio ya había enviado una docena de delatios a aquella población. Disfrazados de rusticus habían reservado plaza en la única posada del pueblo y alquilado las pocas casas disponibles para tener de esta manera mejor controlada la situación. 

- Los judíos no se están quietos -avisaba Casio- Hemos de acallar las habladurías. Necesitamos apagar esa llama de esperanza que ha prendido en estos días: puede originar un incendio que devore todo lo que hemos construido con tanto esfuerzo. De nada servirá la costosa reconstrucción del gran Templo, o la moderna cimentación con hormigón hidráulico del puerto de Cesarea. Necesitamos trazar un plan. Ninguno de nuestros confidentes ha podido asegurar el día y lugar del nacimiento de ese niño; pero todos coinciden en que será pronto y muy cerca de Jerusalén, posiblemente en Belén. Ya tengo todo previsto en esa aldea. He dispuesto speculatores en lugares estratégicos vigilando la llegada de cuantos viajeros acuden a empadronarse. Todos han sido instruidos en las características del objetivo: "Mujer joven, judía, de la tribu de David, en cinta o con un recién nacido de pocos días" y que posiblemente vaya acompañada por un hombre (de eso no podemos estar seguros, pues para los judíos no es condición imprescindible que medie un varón en la concepción de su Rey). Esperaremos acontecimientos y actuaremos. Montaremos la base de operaciones en el cuartel de la guardia imperial. Estad pendientes de mi próxima convocatoria. Recibiréis el mensaje discretamente de manos de un legionario de paisano.


El rey Herodes ("Herodes el Grande", así le llamaría la historia) había sido investido "Rey e los Judíos" por el Senado romano hacía 37 años. En todo ese tiempo intentó acomodarse en el cargo y procuró estar a bien con todos. Pacificó el reino y puso orden en una región a menudo incómoda para el Imperio. Emprendió costosas obras constructivas que propiciaron una importante actividad económica, e incluso destacó como organizador eficiente de impuestos. Entre sus éxitos figuraba el haber establecido un sistema de ayudas a la población en la gran hambruna que, hacía 25 años, sufrió el país. Pero la gran carga impositiva que soportaban los ciudadanos se volvía insoportable. Su popularidad descendía hasta el punto de tener que reforzar su policía secreta y contratar una guardia personal (la Corporis custodes) de dos mil soldados. ​Herodes tenía miedo. Temía que aquel niño, a quien los Magos de Oriente (que le visitaban en ese momento) buscaban, pudiera despojarle del poder que ostentaba. Por eso, con engaños, había logrado de estos el compromiso de informarle del lugar de su nacimiento una vez lo hubieran visitado:

- Informadme, os lo ruego. Yo también he de ir a adorarlo.

Más tarde le llegaron noticias de que los dignos personajes  habían partido en secreto en mitad de la noche perdiéndose su pista desde entonces. Sintiéndose burlado decidió utilizar el último as en la manga que le quedaba: Algunos signos apuntaban a que "El que había de nacer" era el hijo, recién nacido, del sacerdote del templo Zacarías; así que mandó algunos servidores en su busca:

-¿Dónde has escondido a tu hijo? - le preguntaron, a lo que él contestó:

- Yo soy servidor de Dios y permanezco constantemente en el templo del Señor. Ignoro dónde está mi hijo. 

Zacarías no mentía; su mujer, Isabel, lo había escondido en secreto en una cueva y así el niño, el futuro Juan el Bautista, se salvó de perecer a manos del Tetrarca de Galilea.

Pero esto acabó de enfurecerlo. Encolerizado llamó a Casio y le dio una orden taxativa:

- ¡Has de exterminar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo! 

Eso sí, dejó en sus manos que construyera en torno al luctuoso suceso una realidad alternativa que diluyese la monstruosidad del delito que ordenaba cometer. Para ayudarle le proporcionó un rollo con una larga lista de personajes corruptos a quién debía acudir y chantajear para exigir su colaboración en una bien planificada campaña de intoxicación a la opinión pública. Todos ellos debían algo al Tetrarca. Ninguno se negaría por la cuenta que le tenía. 

- Por el dinero no te preocupes; nuevos impuestos pagarán bien vuestro trabajo. Incluso podéis utilizar eso mismo como argumento para justificar estas "muertes selectivas". Llamadlas damnum collateralis, algo inevitable para extirpar un mal mayor.


En el cuartel de la Guardia Imperial, bajo la luz que proyectaba la lucerna en el centro de una mesa, se reunió el equipo completo a cargo de Casio. Estaba presente también un decurión con la impedimenta militar completa presto a recibir órdenes. En una esquina, de pie, un grupo de infiltrates se disponía a dar parte de su actividad en Belén.  Casio se dirigió a ellos:

-¿Cómo ha sido posible que escapara? ¡Hablad! 

- Nos sorprendió a todos, mi señor. Se presentaron de noche en Belén, pero solo el hombre se expuso indagando por las casas y en la posada. Como en ninguna parte encontró cobijo (ya nos habíamos encargado nosotros de que no hubiera plaza alguna) se marchó. Lo que desconocíamos es que la mujer, a punto de parir, le esperaba en las afueras del pueblo y que, al no encontrar aposento, buscaron por los alrededores un viejo corral para el ganado con un portalón semiderruido. Y allí es donde fue a parir. Días después nos enteramos de que hubo bastante revuelo entre pastores y hortelanos de las afueras; pero en el pueblo hubo una tranquilidad absoluta ese día. No hubo movimiento alguno. 

Casio se mordía los labios sin percibir que un hilillo de sangre le corría por las comisuras.

- ¡Inútiles, vagos: Herodes os despellejará!". 

Y se volvió hacia el decurión: 

-Ya sabes las órdenes: degollad sin compasión todos los niños menores de dos años en Belén y en las granjas de los alrededores en un radio de tres millas romanas. Si se escapa uno solo de ellos seréis vosotros los que moriréis. Son órdenes de Herodes ¡En marcha! 


Saludó el decurión y salió decidido a cumplir la orden al mando de una decena de legionarios. 
En la sala los miembros del equipo del centurión se aplicaron entonces a la tediosa tarea de preparar la diversum verita,  la elaborada estrategia informativa para confundir a la plebe y hacer creer a todo el mundo que las cosas debían hacerse así porque era lo mejor. Casio empezó a trazar las líneas maestras de su plan:

- Los recién nacidos, apenas un poco más crecidos que los innumerables abortos y muertes en el parto que suceden cada día, carecen del valor suficiente como para encrespar demasiado los ánimos de la plebe que siente los pinchazos del hambre en sus estómagos y se predispone fácilmente a no tener que compartir el alimento con irritantes chiquillos hambrientos.  Algunos padres protestarán, claro; incluso se enfrentarán a la guardia del Rey, pero pasados los días, su ira se irá apaciguando y terminarán fornicando de nuevo para engendrar otro vástago... Entonces ya no será importante; podrán tenerlo y olvidarán fácilmente lo sucedido.

 


En Belén habitaban unas mil personas y teniendo en cuenta todos las  cifras de natalidad y mortalidad, Casio calculaba que la matanza alcanzaría a unos 20 niños. Para justificarlo apelaría al instinto de supervivencia. 

- Vamos a  explicar que la superpoblación que padece actualmente Judea se está haciendo insostenible.  Los empadronamientos han detectado -diremos- que hay un número desmesurado de nacimientos y es preciso reducir la cifra de habitantes o toda la población sufrirá los efectos de una terrible hambruna. Para convencer a los desconfiados y suspicaces (que siempre los hay) hemos de preparar un argumentario que nos sirva de guía ante las concentraciones de protesta que, seguramente, se producirán. Surgirán líderes entre los descontentos que excitarán los instintos de la plebe dramatizando su dolor en las plazas públicas y esto provocará finalmente que se formen algaradas y revueltas. No tengáis miedo de enfrentaros a ellos y defender las "verdaderas razones" al tiempo que ridiculizáis a "los que pretenden engañarles" con falsa sensiblería. Estaréis respaldados, discretamente, por la guardia de Herodes desde la sombra. Hemos camuflado nuestros agens entre el populacho: os ayudarán y, en caso de revuelta, contribuirán a formar tal desorden que la situación desautorizará a los que protestan. Si no cesan los tumultos siempre queda la oscuridad de las mazmorras de Herodes para los contumaces.
 
Entonces repartió copias del rollo con los argumentos a cada asistente advirtiéndoles que debían repetir esos argumentos hasta que quedaran incrustados en la mente de cada judío.

I - En las actuales circunstancias no puede permitirse que unos seres minúsculos, glotones e inútiles, devoren los recursos alimenticios que hombres trabajadores y productivos necesitan para rescatar la economía del país.

II - Unos bebés insignificantes no pueden monopolizar a las madres; mujeres que podrían estar trabajando para sacar adelante a personas ya crecidas y funcionales.

III - Los hombres mueren en las guerras. Es su deber defender así a la Patria. En nuestra situación, estar en puertas de una hambruna devastadora, es ya una guerra en ciernes. ¿No es justo, acaso, que mueran por los demás los más débiles? ¿Los que no pueden ayudar al resto del ejército de otro modo?

IV - Siempre han muerto niños. En todo el Imperio se concibe el infanticidio como una muerte piadosa. El claro objetivo de esta medida siempre ha sido aliviar el sufrimiento de los niños, no provocarlo. Es el caso de todas esas familias pobres de Belén, incapaces de mantener a sus hijos.

V- ¿Qué valor pueden tener para el Imperio un par de decenas de hijos de pastores sin nombre? Mejor que mueran ellos que no nuestros propios hijos...


La lista de razones ocupaba más de la mitad del pergamino. El resto consistía en una serie de estrategias que debían tener en cuenta para establecer su relato: 

I - No empleéis nunca la palabra "inocentes" al referiros a esos niños: usad el término: "inoportunos" o "transgresores". Recordad que los judíos están persuadidos de que todos nacemos con "un pecado original". No les costará entender que estos niños son culpables,solo por el hecho de nacer, de provocar escasez y carestía en el precio de los alimentos.

II - Investigad a los posibles oradores, buscad en las biografías de los oponentes cualquier defecto o debilidad. Hundidles ante el populacho haciendo públicos sus vicios. Os servirá para inclinar el debate a vuestro favor en el momento conveniente. 

III - Si es necesario, para hacerles callar, acudid al soborno y llegad a donde haga falta: usad el chantaje tomando a sus familiares como rehenes.  

IV - También podéis elaborar algún plan para apresarlos con falsas acusaciones. En las mazmorras de Herodes quizás cambien de idea. Pero disfrazadlo de legalidad.

V - Si es preciso no descartéis el puñal como último recurso, pero hacedlo de forma discreta. Mejor sería un accidente o el veneno.

VI - En las tabernaes invitad a vino a quienes no parezcan muy apasionados por vuestras ideas. Tomad la palabra por un lado y la copa por otro: brindad y, mientras lo hacéis, comprobaréis que la razón se pone de vuestra parte.

VII - Recordadles que esos hijos secuestran a sus esposas durante mucho tiempo privándoles del placer de yacer más a menudo con ellas. Hacedles ver que Herodes les hace un favor eliminando el problema. Así,  pronto se les ofrecerán de nuevo para que las fecunden. Es evidente lo que salen ganando con esta medida....


En la medianoche fueron saliendo de uno en uno del cuartel de la guardia. Cada uno sabía lo que tenía que hacer. 

Un plan meticuloso. Un plan perfecto. Casio no podía haberlo  organizado mejor. Tan solo, en el secreto de  la conciencia de uno de los congregados, falló una de las pequeña piezas de aquella gigantesca maquinaria conspirativa. Uno de los frumentarii, conocedor del lugar donde se cobijaba la familia de los proscritos, los avisó con el tiempo justo para que huyeran hacia Egipto. Por lo demás, Casio, logró su cometido. Ninguna fuente histórica (canónico o profana) reseñó por escrito la matanza. Ni siquiera el historiador judío Josefo aludió a ella, a pesar de haber documentado minuciosamente (movido, eso sí, por la inquina que le tenía) los hechos brutales cometidos por Herodes I el Grande en los últimos años de su vida. Tan solo un tal Mateo Leví, evangelista. escribió sobre aquella matanza. Los conspiradores lograron borrar cualquier otra referencia en la historia. 


Pero hubo algo que no pudieron hacer desaparecer: Un niño llamado Jesús nació en Belén. Y su vida extraordinaria no pudo ser ocultada por la poderosa y engrasada maquinaria de las "Nunctium mendacem" romanas.      

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por decidirte a comentar este artículo. Tu opinión y tus aportaciones son importantes para mí y mis lectores.