domingo, 25 de octubre de 2020

Mi bicicleta tiene airbag

En una ocasión convertí mi nevera estropeada en una frigobici. En otra, arreglé la batería eléctrica de mi bici con papel albal. Hoy os contaré por qué digo que mi bicicleta tiene airbag.

Nunca me ha importado confesar que, en ocasiones, rebusco entre los deshechos, que aprecio algunas cosas que se tiran a la basura, que reciclo explorando los descampados... Tampoco negaré que compro de lo barato (sí, me encantan los chinos), que regateo precios y que me inclino hacia marca blanca.

Así que, visitando ocasionalmente un supermercado de la cadena Lidl, en los contenedores de objetos interesantes a precios ajustados, encontré unas alforjas para bici con un precio rebajado. Solo quedaban dos ejemplares así que me apresuré a echarlos al carro. Fue una buena compra, las alforjas estaban muy bien; pero me parecieron algo "flojas", es decir la lona y correajes no resistirían mucho (y más, teniendo en cuenta que yo suelo forzar estos flexibles portaequipajes. Así que decidí reforzarla. 

En mi siguiente salida en bici pasaría por alguno de los polígonos de mi localidad para buscar materiales que sirvieran al caso y, de paso, encontrar algún material acorchado sintético para fabricar a medida un pequeño contenedor mullido para la batería de repuesto (a fin de transportarlo con comodidad y seguridad, permiténdome así poder duplicar distancias si, como es mi intención, me decido por completar la tantas veces pospuesta e interrumpida ruta del "Camino del Cid").

El "corcho blanco" (poliuretano expandido) no estuvo a mano esta vez, pero sí un material esponjoso con suficiente dureza (de los que emplean en embalajes para acomodar objetos delicados) y con la feliz particularidad de que se dejaba cortar muy bien con el cutter. (Fijé la posición en el GPS de mi cabeza con la intención de volver más tarde con el coche (eran piezas grandes, imposibles de llevar con la bici). Proseguí buscando mis lonas. Era domingo y los camiones de la basura ya habían pasado el viernes. No había nada en los contenedores que sirviera, pero en un apartado vial descubrí un coche desguazado, abandonado en la acera, frente a un taller. Me acerqué y arranqué parte de la tapicería con la intención de utilizarla como refuerzo. Con todo no estaba en muy buen estado y no me convencía demasiado -aparte del polvo y suciedad que acumulaba-). Sin embargo, cuando estaba a punto de irme, me fijé en que en este coche (que evidentemente había sufrido un aparatoso accidente y estaba en parte quemado) había saltado el airbag del pasajero. Allí estaba la bolsa de aire floja y vacía, pero con un tejido de nylon muy resistente y en perfecto estado.

Con mi navajilla corté la boquilla de ese globo salvavidas y me llevé plegada la bolsa en mi transportín. 

En casa reforcé con correas de bolsas reutilizables de la compra (¡qué material más majo y barato!) los puntos de mayor tensión, adapté una de las bolsa de rafia para cada una de las alforjas (lo que me permitiría extraerlas y poder descargar la bici con comodidad) y, tras descoser y cortar el tejido del airbag reforcé las grandes solapas de los cierres. Mis puntadas fueron un desastre; pero se disimularon con hilo negro (el color de las alforjas). 

Al final, sin cambiar su buen aspecto, quedaron perfectamene reforzadas por dentro. ¡Mi bicicleta tenía airbag!

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por decidirte a comentar este artículo. Tu opinión y tus aportaciones son importantes para mí y mis lectores.