lunes, 18 de septiembre de 2017

Dos no discuten si uno no quiere.


Ante una discusión acalorada, o una disputa entre hermanos, decía mi madre: "Dos no discuten si uno no quiere"

Y, a primera vista, parecía un refrán sensato y sabio. Es bien cierto que, si dos personas son razonables y coherentes, el silencio de una de ellas acaba la discusión. Como "a buen entendedor pocas palabras bastan", cero palabras es un argumento evidente. Pero a lo largo de mi vida han sido frecuentes los litigios, muchas las controversias, innumerables los debates; y lo que he aprendido es que "si uno se empeña en discutir acaba consiguiéndolo". Existen procedimientos para exasperar al adversario en un litigio: los malos modos, la provocación, el insulto, la mentira, el cinismo... Y si el pasivo interlocutor, en aras de la ansiada tranquilidad,  renuncia a la discusión habrá de consentir en dar la razón al contrincante o bien reprimir una agresividad que en un momento dado rebosará el vaso de la paciencia. De esta manera se llega a la descalificación, se prosigue por el insulto y, a veces, se llega a las manos. 

En este tira y afloja gana el que más tira mientras no se rompa la cuerda. Es un juego en el que nunca se gana, pues el perdedor guarda su resentimiento en la recámara para un disparo posterior. No hay victoria limpia cuando se juega con ventaja y sin reglas. Tendida la cuerda y con los jugadores en su sitio, no vale adelantar el pañuelo o contar 1, 2 y 3 desde mi bando y por sorpresa. Y, por supuesto, si ganamos no se nos ocurrirá repetir el juego jamás, no sea que a la siguiente ganen ellos. 

En los argumentos de una discusión no valen afirmaciones inflexibles como Independencia sí o sí, Hoja de ruta inmutable, Fecha inaplazable, Referendum irrenunciable; o atrincheramiento en  posiciones tramposas como Desobediencia a la ley, Falsa representatividad... ¿Cuál es el espacio para la negociación? Esto no sería una discusión sino un monólogo ante un público silente.

Me temo que muchos independentistas catalanes han decidido también renunciar al significado de la palabra discutir que dicta la Real Academia Española de la Lengua: "Examinar atenta y particularmente una materia" para retrotraerse al siglo I a su original y superado origen etimológico: "sacudir, golpear una cosa hasta hacerla quebrar en mil pedazos, quebrarla", una acepción usada por generales como Tito Livio o César. 

Como en algunas discusiones con mis hermanos, al final, exasperado por su cansina insistencia respondía bruscamente. Entonces llegaba el llanto escandaloso y las lágrimas. Mis hermanos se instalaban en el victimismo y sacaban partido ante la llegada de mis padres que, independientemente de mis razones, dictaban contra mí sentencia de culpabilidad.¿Será eso lo que están buscando en Cataluña? 

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