Por obligaciones familiares, por urgencias laborales, por pereza... siempre hay un motivo (en absoluto justificado) para no posar las manos sobre el teclado. Empiezo a preocuparme...
Así que hoy, en este momento, asumo de nuevo mi voluntaria función de escritor de guardia y escribo.
Sobre lo que sea, para quién sea, por lo que sea: escribo.
Escribí y resucité a la vida perdida. Escribía y sobrevivía mientras tanto. ¡Y escribiré, para mantenerme vivo!
Porque escribir se me hace necesario. Mis escritos son el medicamento de las enfermedades del alma. Si no escribiera no sabría atajar mis neurosis. Escribiendo construyo un cortafuegos a la locura. Cuando escribo rezo la oración del ateo. Que escriba, me susurran los proscritos, los sin voz... Todas las flexiones del verbo escribir se conjuran y se hacen necesarias.
Y así, en mi puesto de guardia, hoy: escribo.
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